Samanta conoce a Lucero, Leonardo y Felicia, tres 'escorts' de lujo y placer

cuatro.com 01/10/2011 01:14

Conexión Samanta se acerca adentra en el mundo de la prostitución que se aleja de las calles y, además de una forma de vida, convierte el sexo en una elección personal que se esconde del anonimato. Tres profesionales del sexo que disfrutan de su trabajo y van más allá del acto sexual. Buscan la satisfacción personal de sus clientes y, sobre todo, el dinero rápido.

Al gusto del consumidor

Yasmín es la recepcionista de una casa de citas, Mery es una chica rubia jamona que recibe a los clientes con ropa ligera, Ruth una señorona muy cachonda y Lucero es una prostituta de lujo que está al alcance de pocos. Cada una tiene un número de contacto distinto, pero todas son la misma persona: una paraguaya que vive en España desde hace 6 años y lleva dos trabajando como ‘escort’, o lo que es lo mismo, una persona que ofrece sexo y compañía a cambio de dinero.

Reconoce que es un poco golfa y tiene una cara muy morbosa, pero no le gusta la guarrería. Ella apuesta por lo sensual y por eso aprovecha sus prominentes curvas para disfrazarse e interpretar el papel con el que su acompañante fantasea. El sexo por el sexo no va con ella, le gusta trabajarse cada cita con nata, juguetes y diferentes posturas. No defrauda.

No se plantea el trabajo en la calle porque le parece peligroso, pero ella se garantiza la seguridad contratando a un conductor que le lleva en los servicios que hace fuera de casa. Él se queda de guardián y la espera hasta que termina, asegurándose así de que todo va a ir bien. Y de ese modo ‘Lucero’ puede enviar los 800 euros mensuales a su familia para que cuiden de su hija.

Para cualquier ocasión: Felicia

Es la reina de los eventos. Esta argentina de 25 años lo tiene claro: “Lo que me gusta de mi trabajo es el dinero”. Para ella los hombres son un mero negocio que le ayudan a conseguir 15.000 euros al mes.

Se considera una chica con suerte porque ha estado con hombres atractivos que no necesitarían el dinero para conseguir mujeres pero, sin embargo, prefieren algo fácil y rápido, sin explicaciones.

Pero en algunas ocasiones, como buena profesional, debe entregarse al placer con una persona que no le atrae. “Para esos momentos existen los geles lubricantes”, que se aplica de un modo muy sutil, y como un juego más dentro de la sesión.

Felicia se gasta mensualmente 300 euros en maquillaje, juguetes y preservativos, le gusta ir impecable. Para ella el sexo no es sumisión, sino todo lo contrario. “Yo llevo la batuta, ellos quieren que sea la que lleva la iniciativa”, algo que le reconforta. No se toma la profesión como un acto denigrante porque le hace sentir deseada.

Un ‘escort’ para todos los géneros

Lo de Leonardo Lucatto es una cuestión de genética. Su abuela era prostituta, su tío también, y él pertenece a la cuarta generación de trabajadores del sexo que hay en su familia.

Presta sus servicios tanto a hombres como a mujeres, y es un especialista en ‘bondage shibari’, una de las prácticas (dentro del BDSM) también conocida como sadomasoquismo. En su altar particular cuenta con máscaras de gas, cuerdas, cueros, columpios y dildos. Pero la seguridad es lo primero, y sobre una estantería guarda un botiquín con el que garantiza la seguridad de sus clientes.

Su cometido es dar placer, pero el no besa. “El beso es algo muy íntimo”, confiesa, dando a entender que los sentimientos no se pagan con dinero.

Su nombre está registrado, trabaja en 7 países europeos, por lo que es conocido en casi toda Europa, y combina sus servicios con sesiones de fotos como modelo y como actor porno.

Es muy religioso y en muchas ocasiones se ha encontrado en un conflicto de fe, pero por un mero tema institucional ya que, según comenta, la iglesia católica es muy tradicional, pero él tiene su propia forma de creer.

Gracias a su carisma ha entablado una gran amistad con Victoria Tortras, una poetisa catalana clienta habitual del italiano. Ha empezado a escribir un libro sobre el ‘escort’ y sus encuentros sexuales han dado pie a una gran amistad.

“No es habitual que las mujeres acudan al sexo de pago, pero tienen todo el derecho del mundo a explorar su sexualidad”, asegura. Ella llevaba mucho tiempo sola y decidió tirarse a la piscina. No le importa reconocer que contrata el servicio de Leonardo, pero fuera de la sala de dominios lo que más valora del gigoló es su amistad.