Jeff Tweedy, cuando el dolor importa

cuatro.com 29/09/2019 17:42

Jeff Tweedy (Belleville, Illinois, 1968) compró su primer disco de The Clash cuando apenas era un niño: una copia de ‘London Calling’ que le costó un triunfo. Una delatora pegatina en la portada advertía del lenguaje explícito y ofensivo, así que pensó que si no conseguía arrancarla, su madre no le permitiría entrar en casa con aquel revolucionario vinilo. No voy a destripar el final de una de las aleccionadoras anécdotas que con honestidad y sencillez comparte el fundador de Uncle Tupelo y líder de Wilco en la autobiografía 'Vámonos (para poder volver)', que la editorial Sexto Piso publica en octubre en España.

Antes del episodio de la pegatina, el pequeño Tweedy de ocho años se marcó el farol de presentarse ante sus compañeros de clase como el autor de ‘Born To Run’, de Bruce Springsteen. Lo había grabado de la radio en una cinta de casete e intentó convencerlos de que aquella voz ronca era la suya y de que él tocaba todos los instrumentos. “No me importaba si me creían o no. Tampoco sentí vergüenza cuando insinuaron que había bastantes indicios de que estuviera siendo un mentiroso de mierda“. Vamos, una fruslería.

El músico se sincera sobre sus problemas con el alcohol, herencia paterna, y sobre las crisis de ansiedad y las migrañas que le encadenaron durante largo tiempo a analgésicos y opiáceos hasta que pidió voluntariamente su ingreso en rehabilitación. Tampoco suaviza las diferencias con el guitarrista Jay Farrar que destrozaron la banda de culto Uncle Tupelo, antecedente de Wilco, porque tenían “puntos de vista muy diferentes a la hora de escribir canciones”; ni oculta los choques insalvables cuando un Tweedy muy borracho se acercó demasiado a la novia de Farrar. Sin embargo, el músico de Belleville reconoce que también hubo buenos momentos en la relación con su compañero.

El malogrado Jay Bennet le impresionó por su dualidad para ejecutar punk rock y country como nunca había visto. Él era lo que Wilco necesitaba. 'Being There', su segundo álbum, fue el estreno de Jennet con la banda. “Quería a Jay Bennet, era inteligente, divertido, serio, raro y un gran colaborador. Sólo al final de su etapa en la banda permitió que sus dificultades comenzaran a superar sus virtudes”.

Tweedy emplea con inteligencia el sarcasmo del Medio Oeste para restar dramatismo a su baja autoestima, sus complejos o sus limitaciones sociales. El líder de Wilco es propenso a la depresión y está convencido de que el artista crea a pesar del sufrimiento, no a causa de él. Es un hombre que se autodefine como “misántropo, borderline, cincuentón, con incursiones en la fatalidad y entusiasta de la siesta” y lo confiesa con naturalidad y hasta con cierto candor.

Uno de los grandes valores de 'Vámonos (para poder volver)' es su manera de arrastrarnos al momento creativo de la banda, a los secretos que todo fan desea conocer. No importa si se trata de sus manías para fijar melodías y encajar las letras que van cobrando sentido. Tweed revela detalles imprescindibles en la gestación de 'Yankee Hotel Foxtrot' y 'A Ghost is Born', y explica por qué 'Summerteeth' fue uno de los álbumes más difíciles de consumar y escuchar años después, sobre todo para su esposa Susie, otro pilar fundamental en estas páginas. Se conocieron en el Lounge Ax, el club de Chicago que ella dirigía. Allí Jeff Tweedy tocó por primera vez la guitarra acústica en solitario. Y le gusta recordar que en el club de su esposa se rodó una escena de la película 'Alta Fidelidad', con John Cusak.

Su último disco en solitario, 'Warm', reúne material nuevo con las composiciones más directas que jamás haya hecho. Es un disco que nadie podrá escuchar de la misma forma después de leer sus memorias. Tampoco 'Ode to Joy', el undécimo álbum de Wilco que se publica el 4 de octubre.

Jeff Tweedy es ese tipo al que le gustan las canciones tristes con el medio tiempo del indie-rock y que llora leyendo un ensayo de Lester Bangs sobre The Clash. Es ese músico al que un accidente de bicicleta le puso una guitarra en la mano para matar el tiempo y, como a Bob Dylan, le cambió la vida.