Desembarco en la Isla Livinsgton (2 de 3)

cuatro 19/02/2009 16:10

Por delante una travesía llena de incógnitas, que si todo nos sale bien nos llevara a la base antártica española Juan Carlos I. Si conseguimos este objetivo nos informaremos si antes ha sido realizado de esta forma.

Empezamos a remontar el glaciar con grandes grietas por todas partes, que a esta altura se pueden ver muy bien aunque están rellenas de la temible nieve “podrida”, muy blanda y peligrosa, ya que si la pisas pensando que el terreno esta sólido, inevitablemente te precipitas a las fauces de la grieta. Esta es una fase delicada que todos tememos y respetamos. Ya sabéis que yo las llamo:“comedoras de hombres”, así de esta manera me recuerda constantemente que no baje la guardia, pues un error sería fatal, aunque todos vamos firmemente encordados para en caso de caída estar a salvo.

La subida la hacemos sin problemas, pero tan atónitos por el grandioso espectáculo que resulta este paisaje tan diferente a todo y a la vez nuestros sentidos nos alertan que hay cosas que no cuadran...

El glaciar con sus hielos y nieves mueren en el mar, algo en sí mismo extraño, el sol también es diferente, es muy oblicuo y gira al revés que en nuestras latitudes, lo que nos confunde de sobre manera en la orientación, las sombras son muy alargadas, exageradamente alargadas, nunca hay nubes gruesas (cumulo nimbos), no hay aparato eléctrico, el cielo cuando aparece es de un azul muy intenso, y las nubes siempre son alargadas. Seguimos ascendiendo y hay ruidos muy graves, son los enormes bloques de hielo que se desprenden desde los bordes de los glaciares fósiles, y caen bestialmente contra el mar, estallando en miles de pedazos de hielo.

Imaginaos el escenario, es de una magnitud inusual. Estamos tan fascinados que nuestro estado de ánimo es inmejorable, y además nos sigue acompañando el buen tiempo, por lo que nos hinchamos a sacar fotos, y os aseguro que las imágenes que tenemos para nuestra serie Desafío Extreremo en Cuatro, resultaran espectaculares.

Hoy queremos caminar un mínimo de 10 kilómetros, algo que no parece mucha distancia. Pero la nieve está muy blanda, porque cuando sale el sol es tan fuerte y quema tanto que la nieve se ablanda y nos hundimos mucho, lo que nos obliga a ponernos las raquetas de nieve. Con las raquetas en nuestras botas, todo se ralentiza mucho y progresamos muy despacio, además nuestras mochilas pesan una barbaridad, entre 20 y 30 Kg. En ellas llevamos todo lo necesario para avanzar en un terreno tremendamente hostil en el que no hay nadie y donde no se puede pedir ayuda. Un rescate sería algo complicadísimo.

Por lo tanto llevamos nuestras tiendas de campaña, comida, combustible y hornillos para derretir nieve y hacer agua, más todo el material de escalada, para avanzar por diferentes terrenos: nieve, hielo, roca. En fin: que podemos caminar y escalar en cualquier condición, y hay que sumar a esta mochila la abundante ropa de protección contra el frío y mucho equipo para filmar este documental.

A pesar de tanto peso, es tal nuestra motivación que avanzamos lentamente pero siempre hacia delante. Ascendemos diferentes “domos” de glaciar, remontamos collados, pasamos entre montañas en las que no asoma ni un ápice de roca, todo está cubierto de nieve y hielo como un merengue. Y los vientos son tan fuertes en la Antártida que la nieve y el hielo hacen la bandera. Es decir se prolongan en dirección de los vientos predominantes, generando alargadas cornisas que alcanzan una distancia mágica, pues el poder del frío evita que se caigan.