El héroe posmoderno

Marta Reyero 13/01/2016 13:29

Qué minúsculos se ven ahora todos los demás recuerdos. La muerte de Bowie me asalta como una descarga, un zarpazo, mientras lo que queda de mí con suficiente consciencia se impregna de nostalgia escuchando Radio 3 en el coche. A mi lado, un niño capaz de entristecerse con la noticia, porque ya descubrió hace tiempo quién es, de verdad, el único gran héroe posmoderno. Otras madres enseñan a sus hijos a hacer puzzles. Yo le mostré al mío el vídeo de Bowie, "Life On Mars". Comprendió al instante el significado de la palabra vanguardia, el riesgo y la singularidad. Imposible apartar los ojos de aquella silueta multicolor, entre el espantapájaros y el alienígena. Y su voz, de afinación perfecta, que siempre nos sorrprendía con matices inéditos.

Aplaudo la sensibilidad de la Universidad de Oviedo que en 2013 incluyó un curso dedicado al Hombre que vendió el mundo. El Bowie audaz y épico, infantil y hermoso. El brujo que cruzó todos los espejos y se hizo inmortal antídoto contra la mediocridad. El travestido sideral, mod, rockero, electrónico, expresionista, arquitecto, productor y mimo. El filósofo de la inquietud y la transgresión. Bowie decía que era capaz de cambiar de acento al segundo de conocer a alguien. Coleccionaba ideas y personalidades, y despertaba todo tipo de fantasías. Su maestría a la hora de provocar expectación y generar necesidad entre sus admiradores era inabarcable. Lo matamos en muchas ocasiones, pero esta vez solo él dejó planificada al detalle su resurrección. "Lazarus" ya no suena igual. Un día antes de su muerte era un disco incomprensiblemente oscuro. Ahora la luz de Bowie lo inunda en cada acorde, en cada gemido.

Lo vi por primera vez en Gijón, en la gira Sound and Visión, el 11 de septiembre de 1990. Apareció ante mí vestido de negro, y "Starman" me llevó de la mano por los confines del universo. Hay algo en esta canción que recuerda a "Lucy in the sky with díamonds", de The Beatles.

Cuando una presencia de tal magnitud se desvanece para siempre sentimos la urgencia de mirar en nuestro interior en busca de algún instante que nos permita sentirnos parte de su estela. Es un esfuerzo doloroso que solo músicos como Bowie se merecen.

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