Rocío Ramos-Paúl se desplaza hasta la ciudad gaditana de Jerez de la Frontera para intentar orientar a una familia que vive continuos momentos de tensión y que no tiene tiempo de disfrutar de su tiempo libre. Miguel, el hijo menor, consigue que todos estén pendientes de él las 24 horas del día. La madre no deja de perseguirle por miedo a que sufra un accidente. Para el pequeño todo se convierte en un juego y no puede mantenerse quieto: forcejea, pega, da patadas y lanza objetos a quien se interpone en su camino.