Hucha de emergencia: cuánto dinero necesitas tener ahorrado de verdad y dónde guardarlo para que no pierda valor
La hucha de emergencia no es un simple fondo de ahorro, es un salvavidas financiero que evita que se tenga que recurrir a préstamos ante imprevistos
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Cuando menos lo esperas, ocurre un imprevisto: el coche se estropea, hay una avería en casa o un despido inesperado. Nadie quiere pensar en ello, pero pasa. Cuando ocurre, lo que marca la diferencia no es la suerte, es tener un colchón económico que responda ante ese bache sin tener la necesidad de pedir un préstamo o tirar de tarjeta de crédito.
Esta es la función básica de la llamada hucha de emergencia. Un fondo personal que debería estar siempre preparado para cualquier imprevisto y que, bien gestionado, puede convertirse en el mejor seguro financiero.
La teoría es simple: guardar dinero para los momentos difíciles. Pero en la práctica pueden surgir dudas. ¿Cuánto es suficiente? ¿Dónde se debería guardar para que sea accesible? Con la subida de los precios y los tipos de interés más altos, el viejo consejo de “tener los ahorros en el banco” ya no sirve: el dinero parado pierde poder adquisitivo cada mes.
La cantidad recomendada en una hucha de emergencia
La regla de oro clásica habla de 3 a 6 meses de gastos esenciales. No hay que confundirlo con los ingresos, serían el alquiler/hipoteca, suministros, alimentación, transporte, seguros y cualquier pago que no se pueda evitar. Si el empleo es muy estable, como el de un funcionario o un contrato indefinido, 3-4 meses pueden ser suficientes.
Si se es autónomo, se trabaja por proyectos o se tienen cargas familiares, la cantidad debería aumentar a los 6-12 meses. Estas referencias son completamente orientativas, la hucha se debe adaptar a cada persona, pero es un buen punto por donde empezar.
Calcular esta cantidad es muy sencillo: se comienza sumando los gastos fijos y variables imprescindibles en un mes “normal”, esa cantidad se debe multiplicar por 3, 6, 9 o 12 dependiendo del nivel de estabilidad laboral, número de ingresos en casa y tolerancia al riesgo.
Cómo se recomienda que sea esa hucha
La hucha de emergencia debe cumplir con tres requisitos: liquidez inmediata, bajo riesgo y rendimiento suficiente para no quedar muy atrás de la inflación. Para ello lo más recomendable es una cuenta remunerada.
Este tipo de cuentas son la base. Hoy muchas cuentas sin comisiones ofrecen entre un 1,5% y un 2,1% TAE (a veces es promocional y dura unos meses). Su valor es que hay una disponibilidad total del dinero y la protección del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) en este caso, hasta 100.000 euros por titular y entidad. Si la cantidad es mayor, se recomienda dividirla entre diferentes bancos o titulares.
Al abrirlas, hay que tener cuidado con la letra pequeña: revisar el TAE que baja tras el periodo promocional, la vinculación de nómina o los límites de saldo. Se debe comprobar cada 6-12 meses.
Para la parte que no se necesita en el día a día, se aconsejan las letras del Tesoro. Éstas ofrecen visibilidad y vencimiento corto. En 2025, las subastas de 6-12 meses rondaban el 1,95% -2,02%, aunque son cifras orientativas que deben ser revisadas si se escoge esta opción. Se pueden adquirir en la web del Tesoro, en el banco o en el Banco de España.
Hay que tener en cuenta que no son líquidas “en un clic” si se mantienen a vencimiento. Se pueden vender en mercado secundario, pero el precio puede cambiar. Se debe evitar coincidir el vencimiento con los meses en los que sí que se necesita caja.
Por otro lado, están los fondos monetarios europeos (UCITS) de duración ultracorta, estos invierten en deuda de muy corto plazo, diversificando emisores y plazos. No tiene garantía de depósitos, ya que no es una cuenta, pero la regulación y las herramientas de gestión de liquidez han sido reforzadas en la UE. Se deben usar solamente para la cantidad equivalente a los meses más alejados, nunca para los primeros meses de emergencias. Se trata de un complemento a las cuentas remuneradas y las letras del Tesoro.
Cómo se puede repartir la hucha
Tener una hucha de emergencia no consiste solo en guardar dinero: la clave está en cómo se reparte. No todo el colchón tiene que estar en el mismo sitio ni cumplir la misma función. Lo ideal es dividirlo en tres niveles dependiendo de la rapidez con la que se podría necesitar el dinero y el riesgo que se esté dispuesto a asumir. De esta manera, se consigue un equilibrio entre liquidez, seguridad y rentabilidad, sin dejar el dinero completamente parado, pero con la garantía de que se podrá utilizar en cualquier momento.
El primer nivel sería el del acceso inmediato: el dinero que se podría necesitar mañana mismo. Éste debería ser el equivalente a uno o dos meses de gastos en una cuenta remunerada o de ahorro sin comisiones. Este es el dinero de emergencia pura: una factura imprevista, una avería o un gasto con el que no se contaba. Es más importante la disponibilidad total y la seguridad que la rentabilidad.
El siguiente nivel sería el de las emergencias que no requieren actuar ese mismo día, pero sí en cuestión de semana. Aquí se pueden guardar dos o tres meses más de gastos en letras del Tesoro o en una segunda cuenta remunerada con vencimientos escalonados. Las letras ofrecen una rentabilidad atractiva y obligan a mantener cierta disciplina, ya que no se puede disponer del dinero de manera inmediata sin venderlas. En este caso, el dinero sigue estando disponible a corto plazo, pero al mismo tiempo gana un poco más que en una cuenta remunerada corriente.
Por último, el tercer nivel sería el del “colchón extendido”, está pensado para situaciones más serias como perder el empleo o un parón largo de ingresos. Aquí se puede colocar el equivalente de tres a seis meses de gastos en productos de bajo riesgo y liquidez moderada, como los fondos monetarios ultracortos o letras del Tesoro a 9 o 12 meses. Este nivel no está diseñado para gastarlo de inmediato, pero sí para que el dinero no pierda valor mientras permanece a salvo.
De esta manera, se puede tener una estructura flexible, segura y rentable, pero sobre todo, adaptada siempre a la realidad de cada uno. Si algo falla en el corto plazo, no se debe tocar el resto del dinero, y la hucha sigue trabajando. Es una manera de evitar el clásico error de tener todo el dinero en una cuenta a cero intereses o tenerlo bloqueado cuando realmente se necesita.
