Hace un año, Pablo Ráez, icono de la lucha contra la leucemia, dijo adiós. Pero nadie le olvida. Su fuerza se convirtió en inspiración y logró multiplicar por 1.300 las donaciones de médula en su ciudad natal, Málaga. Su padre recuerda, como Pablo, que “estamos aquí para vivir y cada día es mágico” porque “la muerte no es triste, lo triste es no vivir”. Para él, Pablo sigue en su vida: “Me acuesto con mi Pablo y me levanto con mi Pablo”.