Ni Sandra ni su pareja tienen trabajo, han okupado un piso, al igual que otras quince familias en el mismo edificio, y llevan sin luz tres semanas, lo que supone no tener calefacción, agua caliente o nevera. Han intentado buscar una salida habitacional, un alquiler social para poder contratar la luz, pero no lo han conseguido: “Intentamos llevar una vida lo más corriente posible aparte de no tener luz, lo que pedimos sobre todo es vivir dignamente”.