Robert Guédiguian llega a la Seminci con 'Una Historia de Locos'

Noticias Cuatro/ Agencias 25/10/2015 19:01

Guédiguian, cuya cinta ha sido recibida con aplausos y pateos en su proyección, este domingo, en la Sección Oficial de la 60 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), ha confesado en la rueda de prensa posterior que nunca hubiera podido afrontar ese trabajo sobre la historia del genocidio armenio y sus consecuencias si no hubiera escuchado el relato de Gurriarán en Marsella, su ciudad natal y donde el periodista presentó su libro 'La Bomba'.

El director, quien ha considerado excepcional la unión de personas de Francia, España, Armenia o Beirut en torno a la "voluntad común" de luchar "por la paz en el mundo, por la justicia, para que haya una mayor igualdad en la repartición de la riqueza", ha recibido los halagos de Gurriarán, quien tras relatar los intentos de llevar su historia a la gran pantalla de personas como Pilar Miró, ha considerado la del francés la "mejor" hecha sobre el tema del terrorismo.

"No he visto una película tan bien hecha y armada, con cada personaje en su sitio, con sus espacios muy definidos, los lugares donde se rueda...", ha reconocido antes de añadir que la cinta, que recoge parte de su biografía y del "buen hacer y honestidad" de Guédiguian, se centra en un tema "difícil de tratar" fruto, en ocasiones, de la "demagogia".

Su libro es "un canto al pacifismo", como lo es la cinta del director francés, quien ha incidido en la importancia de las razones por las que ocurren atentados como los que cuenta la película, como el que él sufrió, y no tanto por lo ocurrido. "No habría atentado sin genocidio, y el genocidio está siempre presente en la mente de los armenios".

BIEN REFLEJADA SU HISTORIA

No solo él se siente "muy bien reflejado" en la cinta, sino también los pensamientos e ideas de los grupos armados, a los que la cinta llega con una introducción inicial en blanco y negro ambientada en el Berlín de 1921, donde el activista armenio Tehlirian asesinó al turco Talat Pasha en respuesta a la orden que acabó con la matanza de toda una columna de expulsados armenios, entre ellos sus padres y hermanos.

La concesión de la inocencia por parte del tribunal que lo juzgó lo convirtió en un héroe a quien, ya a inicios de la década de los 80 en Marsella, buscan emular unos jóvenes que contemplan cómo las autoridades turcas, con el beneplácito de las francesas, buscan mantener silenciado el genocidio de más de millón y medio de compatriotas.

Entre ellos está Aram, quien moviliza a otros jóvenes de la comunidad y se alista en un movimiento armado que, en su primera acción en París, le lleva a matar al embajador turco y a herir de gravedad a un joven llamado Guilles.

Ya asentado en Beirut el joven, que no consigue nunca olvidar el daño causado al joven estudiante de Medicina que pasaba en bicicleta por la calle cuando él accionó el detonador, irá comprobando cómo la muerte de inocentes es entendida, por otros miembros de su grupo, como un daño adicional que permite hacer más y más conocido el sufrimiento del pueblo armenio en todo el mundo.

La escalada de violencia con la que no está de acuerdo se hace más y más patente de manera paralela a los intentos que su madre hace por acercarse a Guilles y tratar de conseguir su perdón por lo ocurrido.

El sufrimiento y los deseos de venganza del joven estudiante, su viaje a Marsella para poder conocer a su verdugo, su sorpresa ante su evolución y también ante el comportamiento del entorno de Aram y una posibilidad de viajar a Beirut para entrevistarse con el joven, además de su inmersión en la historia de la causa armenia, le llevarán a terminar por entender lo ocurrido aunque no a justificarlo.

En su trabajo, el director cambia al periodista Gurriarán por un estudiante de tercero de Medicina para incidir en el "total desconocimiento" de lo que rodeaba aquel atentado, para acentuar "la historia de la ignorancia de la inocencia", extremo compartido por el protagonista real de la cinta, quien ha recalcado que él no se movió como periodista "sino como ser humano, como intelectual de izquierdas, como persona preocupada por la justicia".

"Me moví por algo más humano que periodístico y por el síndrome de Estocolmo".

HUIR DE LA VIOLENCIA COMO ESPECTÁCULO

A propósito de ese inicio en blanco y negro que sirve para recrear el juicio al que fue sometido Tehlirian, Robert Guédiguian ha explicado que la contextualización era necesaria y que la única manera de afrontar la historia de un genocidio era hablar de él pero no filmarlo o incluir escenas de horror o torturas.

"Correríamos un riesgo importante: convertir esta violencia en un espectáculo", ha advertido antes de manifestar que, por ello, había que encontrar la manera de "contar y autentificar" lo ocurrido sin filmar, momento en el que surgió la idea del juicio que él recrea por medio de las actas de aquel proceso.

Aquel fue "una especie de juicio de Nuremberg para los armenios" dado que el tribunal alemán reconoce el genocidio mediante el reconocimiento de la culpabilidad de la víctima, según el cineasta, para quien el uso del blanco y negro aportaba "mayor autenticidad": la que parece que se crea "un archivo que no existe".

Pese al perdón o a las compensaciones que acompañan, en muchos casos, actos de guerra o genocidios como el de los armenios, el sufrimiento sigue siendo parte de la esencia de esos pueblos. "El reconocimiento es un gran gesto para ayudar y propiciar el proceso de cicatrización de la herida, pero son heridas que van a durar cientos de años (...) son unas heridas que van a tardar muchísimo tiempo en cerrar y forman parte de su propia manera de ser... estuvieron a punto de desaparecer", ha advertido el director.

La actual situación de Turquía es debería de preocupar fruto de su "regresión nacionalista", según Guédiguian, quien no obstante y aún a larguísimo plazo, mantiene intacta su esperanza sobre un mejor funcionamiento del mundo.

"Si no, no haría películas, no me levantaría por la mañana... sería mejor abandonarlo todo", ha reconocido.

"TIRARSE AL VACÍO"

Tanto el director como el inspirador de la película han estado acompañados en la rueda de prensa por Ariane Ascaride, protagonista de la cinta y mujer del director, quien ha definido su trabajo como un salto al vacío, a la piscina.

"Todo el mundo dice que hay que prepararse mucho y yo no me preparo mucho. No me gusta lo que tiene que ver con la trasformación del actor, sino que me gusta tirarme al vacío, sumergirme en el vacío y ser", ha explicado antes de detallar que lee el guión con "bastante antelación" y luego lo dejo reposar "como un plato de cocina, como algo marinado".

Fruto de ese proceso, el plato "marina" a la vez que deja que acudan a ella recuerdos, en este caso de mujeres armenias, de cómo son, de su manera de ser, de su manera de vestirse... "Es difícil de explicar: mezclo cosas y uso muchas cosas", ha aclarado antes de insistir en su gusto por el "riesgo", que le lleva a no saber qué hará incluso 30 segundos antes de actuar.