Esta localidad colombiana quedó sepultada en 1985 cuando un volcán arrastró consigo a toda su población. Hoy es como un pueblo fantasma en el que muchos creen que almas en pena andan rondando por la zona. El Papa Juan Pablo II declaró el lugar como un camposanto por todo el sufrimiento que se vivió. Muchos oyen ruidos, llantos y voces de personas como si todo siguiera igual