La máquina que desató la locura entre los tiktokers en Nueva York ha llegado a Barcelona. Por un euro, y girando una manivela, se consigue el objeto de deseo. Una mini ilustración. Una especie de cromo para coleccionar, intercambiar y presumir en la red social, informa Lorelei Esteban. Conseguir una postal en esta máquina expendedora es casi tan popular como hacerle una foto a la ilustración y subir una story a redes sociales. Está causando furor entre influencers y turistas que buscan una nueva forma de llevar un recuerdo de la ciudad y compartirlo con sus seguidores. En la era de los móviles y redes sociales sigue habiendo nostálgicos que continúan creyendo en el poder de lo tangible, de elegir una postal pensando en su destinatario. Y es cierto que en el pasado la postal era un tesoro. Como aquella abuela que guardaba las postales en una caja de metal, o esas primas de Francia con las que la comunicación era a través de postales. Nacieron hace más de un siglo y se convirtieron en el recuerdo perfecto de cada viaje. Hoy resurgen como objeto artístico, vintage o simplemente, como una forma diferente de decir: “me acordé de ti” con la magia de esperar algo que ya casi nadie espera.