El huracán Melissa confirma una nueva era de huracanes extremos por el cambio climático

El calentamiento global hizo cuatro veces más probable la formación de un huracán tan intenso y aumentó un 7% la fuerza de sus vientos
El ojo del Huracán Melissa, que ha pasado de categoría 1 a 5 en 24 horas es "el infierno en la tierra"
Medio centenar de personas han muerto tras el paso del huracán Melissa, uno de los ciclones más potentes registrados en el Caribe en los últimos años. Los servicios de rescate en Jamaica y Cuba trabajan contrarreloj para llegar a las zonas más aisladas, donde las comunicaciones y las carreteras quedaron completamente destruidas.
Las imágenes hablan por sí solas: hasta hace apenas tres días, Black River era un pintoresco pueblo turístico en la costa sur de Jamaica. Hoy, el mismo lugar, es un pueblo fantasma. Donde antes había un hospital, solo quedan ruinas. Las calles están cubiertas de escombros, árboles arrancados y techos de metal retorcido. “No tenemos agua ni alimentos”, cuenta una residente entre lágrimas, mientras los saqueos comienzan a extenderse por la desesperación.
El huracán Melissa azotó Jamaica con categoría 5 y vientos de casi 300 kilómetros por hora. Luego golpeó Cuba y Bahamas, algo más debilitado, pero dejando tras de sí una estela de destrucción. Tras pasar por Bermudas, el huracán se aleja ya del Caribe y hoy perderá oficialmente su categoría. Sin embargo, el balance es trágico: más de 50 muertos, la mayoría en Haití, y miles de desplazados.
Según un estudio del Imperial College de Londres, Melissa fue mucho más destructivo como consecuencia del cambio climático. El calentamiento global hizo cuatro veces más probable la formación de un huracán tan intenso y aumentó un 7% la fuerza de sus vientos. “La intensidad de un ciclón está determinada por la temperatura del océano”, explica el informe. “Los océanos más cálidos impulsan más humedad hacia la atmósfera, y esa humedad es el combustible principal de los huracanes”, asegura Ralf Toumi, trabajador del Imperial College de Londres.
En un planeta sobrecalentado, los mares actúan como un motor cada vez más poderoso: más calor, más vapor, más tormentas extremas. Desde 1980 hasta hoy, el número de huracanes atlánticos de categoría 4 y 5 casi se ha duplicado. Aunque los científicos creen que la frecuencia total de ciclones podría disminuir ligeramente, advierten que los huracanes mayores serán cada vez más comunes y destructivos.
El papel exacto del cambio climático en cada huracán requiere lo que se conoce como un “estudio de atribución”, una herramienta científica que permite determinar cuánto influyeron las condiciones del calentamiento global en un evento concreto. Sin embargo, la tendencia general es clara: los huracanes se intensifican más rápido y son más violentos.
Los meteorólogos pueden predecir con bastante precisión cuándo y dónde tocará tierra un ciclón, pero aún resulta difícil anticipar su intensidad exacta. Por eso, comunidades enteras se ven sorprendidas por tormentas que superan cualquier previsión.
“Con huracanes más intensos, los daños serán mayores y las comunidades costeras seguirán en la primera línea del impacto”, advierte el estudio.
Mientras tanto, en Jamaica y Cuba, los equipos de rescate avanzan entre los restos de lo que antes eran hogares, escuelas y hospitales. La emergencia humanitaria apenas comienza, pero Melissa ya se inscribe en la historia como otro recordatorio devastador de un planeta que se calienta y responde con furia.

