A sus ochenta años y en su lecho de muerte, Keat entretenía a las enfermeras con las historias de su etapa en el mundo de la equitación. El anciano tenía un deseo antes de morir y quería que las enfermeras lo hicieran realidad: quería ver a su caballo favorito antes de morir. Sin embargo, las enfermeras consideraban que estaba muy grave como para ir a verlo al establo, según
Tras esta negativa se ocultaba una gran sorpresa. Las enfermeras del hospital llevaron al caballo al centro para que pudiese despedirse de él. Kent se llevó tal sorpresa que estaba tan abrumado que no podía articular palabra alguna. Las profesionales del hospital afirmaron que sin duda este fue el mejor día de su carrera.
Tres días después el octogenario falleció en el hospital, seguramente feliz de poder haber visto a su caballo favorito por última vez.