La joven modelo se unió a Ford Models, una de las agencias de modelos más importantes de Nueva York. Por aquel entonces ella tenía 15 años y muchas ganas de comerse el mundo. Nada más comenzar su carrera como modelo le dijeron que debía perder peso porque sus caderas medían 95 centímetros. Así comenzó una dieta que reducía el consumo de caloría a la mitad y debía ejercitarse cinco horas al día. Esto le hizo llegar a temer beber agua por si le hacía coger peso, según relata el ‘Daily Mail’.
Cuanto más tiempo pasaba, peor impacto tenían estas prácticas en su salud. Así comenzó su espiral en la anorexia. Llegó a tal punto que su pelo se caía continuamente y tenía que llamar a su madre para que la recogiese del colegio porque ella no tenía fuerzas para andar. Su agencia le preguntaba que si su cuerpo estaba preparado ya, pero ese momento para ella nunca llegaba. “Yo estaba cada vez peor y ellos me decían que me veía estupenda”, ha confesado la modelo.
Esta sensación de insastisfacción fue minando sus ganas de vivir. Continuamente tenía pensamientos suicidas. Afortunadamente, decidió sacar fuerzas y contarle todo a su madre. Tras esto, acudió a un psiquiatra que le aconsejó dejar de ser modelo y no volver a Nueva York. Y así lo hizo, aunque quiere aclarar que no toda la industria de la moda es igual, “no son el demonio”, enfatiza.