Sevilla recibe a la caravana del PP en plena feria. A orillas del Guadalquivir las calles se llenan de trajes de flamenca, peinetas y flores en el pelo que, antes de acercarse a las casetas del real, se detienen en el hotel donde los populares abren campaña. La alegría de la fiesta se mezcla con las sonrisas que provocan las buenas encuestas. La última la del CIS, que pese a situarle a un paso de gobernar en el ayuntamiento de la capital andaluza, se queda corta para el optimismo del candidato.
Cae la noche, se iluminan la Giralda y la Torre del Oro para componer un hermoso fondo al arranque de campaña. Los políticos cansados, tras una larga jornada de mítines abrevian los discursos de un acto cada vez pierde más empaque. Se estrena el cartel que pide el voto, se aplaude y discretamente los políticos se recogen, quedan por delante muchos actos y muchos kilómetros.
Apenas han pasado cinco minutos y suenan las alertas de los móviles en la sala de prensa. El Tribunal Constitucional acaba de legalizar la coalición Bildu. Rajoy va ya camino de su hotel, pero mañana la campaña será diferente.