Las tribus se enfrentan a sus primeros dilemas occidentales: los toros y la Iglesia

cuatro.com 14/12/2012 00:09

Flamenco, toros y amor: averiguaciones Suri

Sorprende, de los Suri, su buena disposición para adaptarse al modo de vida de los Navarro. Aunque no entienden, por ejemplo, para qué sirve una corbata, o por qué en España disfrutamos pasando miedo en los parques de atracciones, tratan de buscar el punto divertido, y al final lo encuentran.

Para Arbula, Tamaru, Nga Bilé, Nga Sedé y Goreñi, esta tercera entrega de 'Perdidos en la ciudad' marca un antes y un después en su aventura, porque siendo todavía extraños, niños en la jungla del asfalto con miedo a las alturas y a todo lo desconocido, pasan a plantearse y a opinar sobre grandes complejidades occidentales, o españolas.

Llama la atención la visita de los de Etiopía a la plaza de toros de Cazorla, donde conocen al gran Juan José Padilla. Les impresiona que sea un hombre tan valiente, que vista junto 'al resto de pastores' de forma tan extraña, y admiran cómo baila con el toro. Sin embargo, no entienden el momento en el que se mata al animal, y mucho menos, que que les tiren las dos orejas del cadáver sea un regalo para sentirse orgulloso.

Mucho más cómodos, y más divertidos, aparecen disfrutando de las sevillanas. Tamaru, el pastor Suri, es el más valiente a la hora de arrancarse a bailar, y dice, de forma casi instintiva después de escuchar a los flamencos "que Camarón se te mete en el cuerpo y no se va". ¿De dónde lo habrá sacado?

El lado más tierno de los Suri la muestra Goreñi, el joven y fuerte guerrero, que sufre un flechazo con Sandra, la mejor amiga de Chabeli. No le importa no entender por qué lleva un piercing o que quiera tener los pechos firmes y grandes: está decidido a formar una familia con ella. La relación, que no pasa (por el momento) de ser una chispa, cautiva por su forma de entenderse, por lo distintos que son, y por el respeto que se muestran.

Por último, el exigente jefe Arbula y Tamaru visitan al alcalde de Espartinas, la localidad en la que viven los Navarro, para tener un primer contacto con la política en nuestra cultura. Para ellos, la jerarquía gubernamental española es un auténtico caos, pero aún así, se atreve a decir que podría gobernar Sevilla, y se muestra feliz cuando le entregan el mando de Espartinas durante todo un día.

Los Shiwiar, de la catedral al dentista pasando por las fiestas de Astorga

Los Shiwiar, tribu del Amazonas, creen en una deidad que vive en los ríos, en las plantas y animales, que da vida a la naturaleza, con la que hay que guardar un respeto en favor de su equilibrio. Por eso, no eran capaces de entender que Carlos, alias Maikiua, cazase no para comer, sino para practicar deporte. Así, entender la religión católica supone un verdadero desafío.

Cristina y las dos Marisol, madre e hija, quisieron llevar a las Shiwiar a la catedral de León, y lo cierto es que el edificio y las vistas que ofrecía desde arriba impresionó a las mujeres, pero no comprendían que esa fuese 'la casa de Dios', porque ellas no encontraban a Dios por ningún lado. Al final, el asunto queda en que 'adoramos a una piedra'.

Y mientras las mujeres descubren la religión, pero también se ven por primera vez maquilladas, y se estrenan en la clínica dental, los hombres visitan Astorga, aprovechando que allí están de fiestas. Ellas se pierden el pequeño viaje, pero nos regalan momentos divertidísimos, como el de su tarde de paseo y charla. El descubrimiento del helado, el 'alimento frío y dulce' que más les ha gustado desde que llegaron a España, y sus confesiones sobre lo guapos o feos que son los hombres aquí, resultan particularmente entretenidos, y es que el hablar de 'cosas de chicas', es lo mismo en León que en cualquier otra parte del planeta.

Pero el momento estrella de los Shiwiar en esta entrega tiene lugar en Astorga, donde Yambía, Guirar y Chasém disfrutan de las fiestas populares. Allí, conocen a unos extraños personajes, los gigantes y cabezudos, que les asustan y divierten a partes iguales. Además, se encuentran sin saberlo envueltos en el espectáculo del forzudo de Astorga, al que son incapaces de romper una teja en la cabeza, por mucho que les insistan... En ese entorno, los del Amazonas demuestran su empatía con los desconocidos, y su cara de sorpresa ante 'el hombre fuerte' no tiene precio.

Por último, la familia se reencuentra en el cumpleaños de Cristina, alias Yaunt. Los del Amazonas se alegran de estar celebrando algo, e incluso hacen su propio regalo a Cristina, pero no sin antes dejar claro que para ellos los cumpleaños no existen, y por una razón muy sencilla: no tienen forma de medir el tiempo, de acordarse de las fechas, así que sólo saben si cuando nacieron hacía frío o calor, o si llovía.

Las tribus están demostrando, con más o menos reticencias en según qué actividades, que son muy rápidos a la hora de adaptarse a la jungla del asfalto, a la forma de vida en la ciudad. Sin embargo, 'Perdidos en la ciudad' no da tregua, y la semana que viene, se enfrentarán a nuevos descubrimientos, como las vacaciones, y a viejos amigos, como los Berhanyer.