"Mira, me voy a meter cristal; he comprado cinco gramos por cien euros". Salou se dispone a vivir una fiesta sin límites. Mientras, en la playa del Sardinero en Santander, un señor que roza los 80 años juega a las palas con la fuerza y el vigor de un chaval.
En Ibiza, efebos de cuerpos musculados se contonean por la playa con un helado en la boca. Es el Chiringay. Masajes, sol y lo que se tercie para un reducto homosexual, un lugar hedonista.
"Yo he venido con mi marido, pero no a ligar", cuenta una mujer del País Vasco. "¿Que dónde está? Se ha ido a dar un paseo", cuenta. En otra playa de la isla, una mujer discute con un hamaquero. Su reino por un trozo de arena. En Zarautz, chavales imberbes desafían unas de las mejores olas de este país.