Aaron Stark trabaja como técnico en el Departamento de Energía de Los Ángeles. Su vida es todo menos ejemplar: ha pasado por prisión, tuvo problemas con el alcohol y está divorciado. Tampoco le ha mostrado el destino un lado amable. No puede borrar de su cabeza el día en que dos marines llamaron a la puerta de su casa para decirle que su hija Tracy había muerto en una misión de Afganistán.
Aaron se ganó la confianza de Mark en el grupo de Alcohólicos Anónimos. Desde entonces, es la única persona a la que Mark confía sus secretos más íntimos.