Jero, a María y Ricardo: "Lo importante es que curen las heridas que hay entre ambos"

cuatro.com 11/12/2015 22:43

María y su hermano Ricardo han convertido su casa en un auténtico campo de batalla. Ella es manipuladora, provocadora e insolente mientras que Ricardo es un joven descontrolado, violento y destructivo. En su casa reina el caos. Se pasan el día peleando entre ellos y con su madre, ala que tienen totalmente anulada. Ana es una marioneta en sus manos y está al límite de sus fuerzas.

María no trabaja y cuando quiere algo pide dinero a su madre. "Es su obligación darme dinero porque para eso me tuvo. Soy su hipoteca. Peor porque la hipoteca llega un momento que dejas de pagarla. Si no tienes dinero para darle te buscas la vida", dice María, que cuando no consigue su objetivo comienza a destrozar la casa.

Su hermano intenta pararla pero María le saca de sus casillas y se enzarzan. "Te recuerdo que tienes una denuncia y si digo que me has pegado...", dice María, que hace un tiempo consiguió que su hermano, del que siente celos pasara una noche en el calabozo. "María tiene aires de grandeza. Le encanta el dinero y llevar una vida por encima de sus posibilidades. Tiene muchos celos de su hermano. Hace cuatro años le diagnosticaron diabetes y me reprocha que siempre esté pendiente de él y dice que no la quiero."

María está provocando todo el día a Ricardo y él pierde el control. "Me gusta provocarle, cuando se enfada me siento feliz, le hago cosas que le joden, le quito cosas que le molestan, cuando discute con mi madre meto mierda para que chille y se enfade. Me da asco." Los sentimientos son recíprocos. "No la soporto porque me despierta sentimientos negativos odio, ira desprecio. Se merece que le pase lo peor, se hace de odiar", dice Ricardo.

En medio de esta batalla está Ana. "No puedo con mis hijos, se han hecho con el control de la casa y no pinto nada. Se llevan a matar", dice Ana impotente. Cada día soporta los insultos y desplantes de su hija. "El día que se puso malo era mi cumpleaños y no viniste a felicitarme. Tu niño, tu puto niño. Sois dos podridos, dos tirados. No soy de esta familia y te voy a arruinar la vida. Mueve el coño y vete a trabajar porque me has parido para darme dinero. Eres una perra."

"Quiero recuperar la armonía y la alegría"

Ana está desesperada. "De pequeños eran buenos y muy cariñosos. Siempre estaban dándose besos y abrazos. Me valoraban y me respetaban. Entre ellos se llevaban bien. Había mucho cariño y siempre estaban juntos. Cuando veo las fotos siento tristeza. Quiero recuperar la armonía y la alegría que había antes en casa", dice una Ana desolada.

La situación en casa cambió hace unos años. En su casa ahora reina la anarquía. María y Ricardo luchan constantemente para hacerse con el control y no toman en serio las decisiones de su madre. "Es un caos. He perdido el control. No mando, mandan ellos. Se me ha ido de las manos. Tendré defectos y a lo mejor no he hecho cosas bien o por querer hacer cosas bien lo he hecho mal." Jero García acude a su casa con la intención de que Ana recupere el lugar que le corresponde y María y Ricardo dejen de verse como un enemigo a batir.

Ante la complicada situación que se vive en casa, Jero decide que Ana se vaya de casa hasta que tenga las herramientas para volver a tener la capacidad de liderazgo. "A partir de ahora el que manda soy yo", dice Jero, que se muda con los dos hermanos. "Nos vamos a quedar con los alimentos básicos. A base del trabajo en casa tendréis privilegio si no, comeremos lo básico", les comunica Jero a los chavales.

El peligro de las denuncias falsas

María y su hermano se amenazan constantemente con denunciarse. No son conscientes del peligro que entraña una denuncia falsa y Jero intenta que tomen conciencia de ello. Tras un incidente en el que María es acusada falsamente, un policía le explica las consecuencias de este comportamiento. "Si la acusación es falsa es algo muy serio. Las consecuencias de denunciar falsamente son graves. Conlleva una pena de seis meses a dos años de prisión y una multa de 450 euros a 3.000 euros."

María y Ricardo, una dura jornada de trabajo

Comienza la vida de María y Ricardo bajo las normas de Jero. La jornada comienza temprano. La primera tarea del día: cada uno debe limpiar el dormitorio de su hermano. Las nuevas normas no les gustan. "Te estoy cogiendo un asco. Puto Jero. Jerónimo te estás confundiendo", le dice María al coach.

A regañadientes, los dos hermanos cumplen con la tarea. Toca salir a trabajar. "Sin trabajo no hay dinero y sin dinero no se puede comer", les dice Jero a los dos hermanos, que empiezan a trabajar juntos. María no tarda en protestar. "¿Cuánto va a durar esto? Estoy reventada. Me quejo porque no lo he hecho nunca. Lo dejo."

Jero persigue a María tras su huida. "Cuando tienes que hacer algo que no te conviene te pones loca. Cuando no tienes razón me insultas. Empieza a valorar el esfuerzo que hace tu madre cada día”, le dice Jero a María, que se considera demasiado buena para realizar un trabajo en un almacén. "Tengo la ESO y la prueba de acceso a ciencias de grado superior. ¡Qué te den! Prefiero estar en mi casa tumbada. No trabajo porque te mato."

Madre e hijos, cara a cara

La resistencia de María y Ricardo a cualquier norma y esfuerzo es total para justificar su comportamiento culpan a su madre. Jero decide reunirles para que hablen por primera vez en mucho tiempo. Ana es la primera en tomar la palabra. "Quiero que los dos respetéis las decisiones. Estoy cansada de que siempre me reprochéis lo mismo", dice Ana, que le explica a María por qué le presta un poco más de atención a Ricardo, que es diabético. "Lo ha pasado mal, la última vez estuvo muy malito. Tengo que tener cuidado porque es despistado y se le olvida ponerse la insulina."

María responde airada. "No has sabido poner normas ni hacer una igualdad entre los dos. Puta falsa. Si le tengo asco a Ricardo es por eso. Si me odia es por lo que le hago y si le hago cosas es por tu culpa", le dice a su madre, que la reprocha su mal comportamiento encasa. "Me divorcié cuando tenías 15 años. No venías a la hora, traías amigas a casa y te decía que tenías que terminar con esa situación."

Ricardo también tiene algo que decir. Como su hermana culpa a su madre de la situación que está atravesando la familia. "Las medidas que toma no son las que debería. Somos mayores para que nos diga lo que tenemos que hacer. Nadie nos manda. Estoy harto de que las cosas fáciles las hagáis tan difíciles. Tengo mi opinión y puedo hablar las cosas", dice Ricardo, que asegura que otro de los grandes problemas es la complicada situación económica de la familia. "Hemos vivido con demasiados lujos ahora estamos pasando un mal trago y no estamos acostumbrados", dice Ricardo. María también comparte esta opinión. "No has sabido ahorrar. Siempre las putas apariencias."

Ante estos reproches y tras ver cómo ha quedado la casa, Jero interviene. "El dinero se lo gasta en vosotros. Esta casa es vuestra casa. Está destrozada. Tenéis que tirar los tres para delante. Vamos a dialogar, a tener cadenas de comunicación", les dice Jero, que creen que los jóvenes deben canalizar la rabia de otra manera. “Son cosas que nos hemos hecho y así está”, dice Ricardo.

María y Ricardo se resisten al cambio

Tras varios días de terapia, Jero no observa ningún cambio en los hermanos. Para que valoren lo que tienen necesita que conozcan una realidad muy dura. Para ello les lleva a un centro educativo residencial de menores extranjeros. Allí, tendrán que colaborar con el personal para repartir comida. Ricardo no plantea ningún problema pero María se sigue resistiendo. "No me gusta el olor que tienen los platos", dice María enfadada. "Tú puedes elegir lo que comen, ellos no."

Tras el reparto de comida, María y Ricardo escuchan las historias de dos jóvenes del centro. Su único objetivo es trabajar y labrarse un futuro para reunirse de nuevo con su familia. "La vida de ellos es muy dura y dependiendo de su esfuerzo y su trabajo podrán tener a su familia unida", les dice Jero.

Ricardo reacciona y reprocha a su hermana que no quiera cambiar la situación. "Yo me he dado cuenta pero si yo quiero y ella no quiere…", dice Ricardo. María reacciona con ira ante esta acusación. "En tu casa estáis separados y tenéis que poner un poquito de esfuerzo para que tengáis una relación familiar en condiciones. Tenéis que ir para delante y tú te estás yendo para atrás", les dice Jero a los dos hermanos.

María sufrió bullying en el instituto

Ricardo empieza a mostrar su cambio pero María está siempre a la defensiva. Jero necesita comprender qué es lo que le ocurre y para ellos se reúne, acompañado de Bárbara Tovar, con Ana. En su conversación, Ana les revela que su hija fue acosada en el instituto. "María sufre entre primaria y secundaria bullying. Ella venía llorando y tuve que ir al instituto a hablar con el director. María se cansa de que se metan con ella y pasa a acosar", les explica Ana.

Además, Ana les revela un episodio que aún no le ha perdonado a María, siente celos de su hermano. "Empiezan los dos a dar golpes y el marco de la puerta se cae y se rompe. María llama a la policía. Cuando llegan se la encuentran llorando y dice que siempre lo está molestando. Se lo llevan y pasa una noche en el calabozo. Ella por redes sociales empieza a burlarse y a decir que su hermano está en el calabozo. No se lo perdono."

Ana tiene que hacerse con las riendas de su casa

Tras la charla con Ana, Jero comprende por qué María provoca constantemente el conflicto. Su madre tendrá que aprender a hacer frente a estas situaciones, si no, no se hará con las riendas de la casa. Para ponerla a prueba, Jero intenta que dirija un equipo de trabajo. No lo consigue. "Te falta coraje, has sido demasiado buena. En el trabajo no nos va a servir y en casa con los hijos tampoco. Si no tienes seguridad se te va todo de las manos. No pasa nada por decir no. Tus hijos te tienen que ver cambiar, tienen que ver que eres la autoridad. Si he podido, tú puedes", le dice la jefa del equipo. La experiencia hace que Ana reaccione. Ya sabe lo que tiene que hacer para recuperar el control en casa.

María tiene que pasar página

Para avanzar en la terapia es necesario que María pase página y supere el episodio de bullying que sufrió durante más de un año. Bárbara Tovar la ayuda. "Todos se reían de mí, me pusieron un chicle, me pusieron una zancadilla. ¿Sabes los kilos que perdí? No me da la gana llorar. Ya lloré bastante por esa gente. Hay dos Marías. Una se quedó en el instituto y otra en segundo de la ESO. Así soy, criticando y jodiendo. Es lo que me han hecho."

Bárbara intenta que María abra los ojos y se dé cuenta de que no se puede quedar estancada en ese momento. "¿Eres así? ¿Eres la María que te hace infeliz y te hace la vida imposible? Siguen haciéndote daño. Siguen generando una reacción, siguen teniendo poder sobre ti. No has pasado página. ¿Quieres ser esa persona? Reflexiona. Empieza a confiar en ti."

La conversación con Bárbara Tovar hace reaccionar a María. La joven empieza a cambiar. Llega el momento de comprobar si la relación entre hermanos va mejorando. El cambio es una realidad. Por primera vez en mucho tiempo, María y Ricardo comienza a hacer cosas juntos y superan la prueba de Jero. "Lo importante es que curéis esas heridas, que cicatricen las heridas que tenéis entre los dos. Estáis empezando a hacer las cosas juntos, que seáis hermanos, que os llevéis bien, que tengáis comunicación", les dice Jero.

Los cambios empiezan a ser evidentes. "Me siento más lleno, mejor conmigo", dice Ricardo. María, por su parte, es la primera vez que disfruta haciendo algo con su hermano. Es un gran paso en la terapia. Los chicos merecen mejorar sus condiciones.

Jero, a María y Ricardo: "Si estáis en un bucle, tenéis que distanciaros y hablar"

María y Ricardo ya no presentan resistencia a las normas. Limpian y recogen sin que Jero les diga nada. El cambio de María es notable. "Me voy a apuntar a yoga para ver si se me canaliza la energía", le dice a Jero, que le explica que tiene que ver las cosas con distancia. "Yo me separo de las cosas, doy tres pasos atrás e intento mirarlas. Es el desapego de las cosas. Si estoy en una vorágine en un bucle no intento pelear con él sino salir fuera, hablar las cosas, comunicarnos", les dice a María y Ricardo, que se dan cuenta de que tienen que empezar a ayudar a su madre. "Podemos trabajar para pagar los caprichos, recoger la casa, ensuciar menos…"

El cambio de los hermanos es un hecho. Jero está muy orgulloso. "Tenéis una fuerza que no sabéis y tenéis que enfocarla en el amor por vosotros mismos y vuestra familia", les dice Jero a María y Ricardo, que han descubierto los beneficios de una convivencia sana apoyándose el uno en el otro.

Finalizada la terapia, llega el momento de ver cómo se comportaban en casa. "Ha habido partes que me han avergonzado. Me avergüenza la que he montado por 20 euros", dice María al verse. Asumidos los errores, María y Ricardo se reúnen con su madre. "No te vayas nunca", le dice María a su madre entre lágrimas. María y Ricardo han dejado de ser enemigos y ven en su madre una figura a la que respetar. La armonía ha llegado al hogar y Ana está preparada para volver a casa. "Los tres juntos para delante porque si uno se queda descolgado tira para atrás", les dice Jero.