Antes de lanzarnos a la aventura, Frank visita la casa de un amigo suyo fanático de los reptiles a las afueras de Bangkok. Allí viven felices decenas de camaleones de todos los tipos y colores, sin perder nada de vista con sus increíbles ojos, alimentándose de grillos con sus pegajosas lenguas y criando simpáticos bebés que su dueño ayuda a nacer con verdadero mimo.