¿Por qué no podemos dejar de comer patatas fritas?

Noticias Cuatro / Agencias 10/03/2016 00:25

Existe una gran cantidad de personas que asocia ciertos alimentos grasos como deliciosos y apetecibles, sintiendo incluso gran atracción por ellos por el mero hecho de ser calificados como tal y estar a menudo 'engrosando' la lista de alimentos no permitidos en una dieta.

Un ejemplo de ello, son las bolsas de patatas fritas, un capricho que muchos se dan y una vez han sucumbido a su sabor no pueden parar. La primera patata lleva a una segunda... y así hasta terminar con la bolsa sin darnos cuenta.

Sin embargo, un estudio ha revelado que lo que hace a estos productos apetecibles y les dota de un sabor que nos parece irresistible reside esencialmente en el azúcar o la sal que a menudo presentan.

Concretamente, la investigación publicada por 'Jornal of Nutrition', y de la que se hace eco el portal 'Time', se centra en la sal como el elemento principal a partir del cual se consigue que las personas encuentren a una comida más apetecible provocando con ello que quieran comer más de lo que lo harían si ésta no estuviese presente.

Para ello, un grupo de investigadores de la Universidad de Deakin, en Australia, reclutó a un total de 48 personas a los que sometió a diversas pruebas que pretendían medir su sensibilidad al sabor de la grasa.

Así, en un primer experimento, les dieron a probar tres bebidas idénticas, a excepción de una que contenía una pequeña concentración de un ácido graso, y les pidieron identificar cuál era la que tenía diferente sabor. Con esto, descubrieron que los pocos afortunados que captaron el sabor de la grasa tomaron menos cantidad.

Tras esto, una vez a la semana durante un periodo de cuatro, todos ellos tomaron cuatro comidas diferentes que sin embargo, siguiendo la línea del procedimiento anterior, parecían prácticamente iguales, solo que esta vez lo que manipularon fue la cantidad de sal y grasa que contenía cada plato de pasta que les dieron, introduciendo todas las combinaciones posibles con esas dos variables.

De esta manera, comprobaron que añadir sal a la comida llevaba a los sujetos del experimento a ingerir un 11% más comida y calorías independientemente de cuánta grasa estuviese presente en el alimento, algo que Russell Keast, principal investigador, definió como "una cantidad muy significativa a lo largo del día".

No obstante, lo que más llamó la atención a los responsables de la investigación fue que aquellos que demostraron tener mayor sensibilidad al sabor de la grasa y mantuvieron también cierto control a la hora de comer el plato bajo en grasa, "perdieron de repente todo ese control" cuando añadieron sal a la comida. Cuando lo que esperaban era que supiesen parar cuando se estaba comiendo en exceso, en realidad este grupo de personas ingirió el mismo volumen de alimento que aquellos que eran menos sensitivos al estímulo. "La sal tiene el efecto de atenuar o dejar atrás lo que sería un mecanismo biológico normal según el cual nos contenemos a nosotros mismos para no seguir comeindo", afirma Keast, explicando que altera el momento a partir del cual nos damos por saciados.

Así, aunque todavía hay que culpar a las grasas en gran medida por comer en exceso, hay que entender que esto se debe a que son, per se, una gran fuente de energía y por tanto altamente calóricas. Sin embargo, la sal, como el estudio ha demostrado, está directamente relacionado con comer más. Es decir, lleva a un consumo superior de todo tipo de alimento, incluyendo los ricos en grasa.