Educación emocional para entender las rabietas de los niños

ESPERANZA BUITRAGO 27/11/2013 08:52

No pocos menores llegan a la consulta con dolores de cabeza, abdominales o vómitos, que no son causados por nada orgánico, sino psicológico, explica Merino. “No es raro ver a un niño que tiene algún problema en el colegio que durante la semana sufre terribles dolores de cabeza y el fin de semana se encuentra bien”, comenta.

En estos casos el problema es que los niños no saben expresar sus sentimientos y viven en una situación de angustia, comenta la doctora. Por eso, añade, es importante enseñar a los niños a expresar sus emociones.

“Desde pequeños nos enseñan a reprimir las emociones no tan buenas como la tristeza o el enfado para no sufrir”, explica el terapeuta Luis Dorrego. “Al intentar proteger a nuestros hijos de ciertas emociones les impedimos que descubran los pensamientos que les han llevado a sentir tales emociones”.

Los niños necesitan aprender a gestionar sus enfados, la ansiedad o la tristeza y para ello es necesario dejarles sentir tales cosas, aunque sea “duro para el papá o la mamá verlo llorar y sufrir”, dice la pediatra. “El papel de los padres en estos casos se limita a acompañar al niño y hacerle saber que estás a su lado”.

Límites y normas

No obstante, dejarles expresar su frustración no implica aceptar sus directrices o deseos. José Antonio López, vicepresidente de la Asociación española de Psiquiatría (ASEPP), considera “fundamental” establecer una serie de” normas y límites a los niños y adolescentes para que sepan en cada momento a qué atenerse”.

“Si llora porque quiere una piruleta lo recomendable es dejarle llorar y decirle que es normal que se enfade porque ese día no toca tomar golosinas y que a ti también te gustaría tomar una pero no es el momento”, dice Merino antes de añadir que, cuando se calme serán los padres quienes decidan si optan por comprarle la piruleta o no. La primera opción, advierte, implica un sistema educativo permisivo que con el tiempo puede hacer niños demasiado consentidos.

“Si está triste porque un amigo se ha enfadado con él, hay que darle opciones: que dibuje en un papel lo que siente o que, por ejemplo, hable con el amigo. Así le obligamos a que se pare a pensar”, explica la doctora.

Dorrego argumenta que “las emociones forman parte de nuestra vida y si los padres comparten sus emociones con los hijos les acostumbramos a que ellos compartan las suyas con nosotros”.

Quienes han puesto en práctica la educación emocional aseguran que han mejorado la relación con sus hijos. “Desde que compartimos sus emociones dejando que las vivan tal cual las sienten, los llantos y las quejas se acaban antes y las risas y las complicidades se alargan y las disfrutamos más”, dice Piedad, tras poner en práctica en su casa lo aprendido en un taller de educación emocional para padres. Ana Vázquez asegura que con este método “entiende mejor las emociones de sus hijas”.