Vivir con una sentencia de muerte: le daban cinco años de vida y acaba de cumplirlos

Noticias Cuatro 18/06/2017 19:14

El primer ataque al corazón lo sufrió con su tercer embarazo. En la semana 35 sintió un hormigueo extraño en la mandíbula, explica en un testimonio de primera mano en The Mirror. "Era tan extraño, un entumecimiento inusual. Inicialmente, pensé que tenía dolor de muelas, pero luego el dolor se extendió a mi hombro. Mi brazo quedó entumecido como un peso muerto. No era como un disparo, pero sí un gran malestar". Bronnach acudió al médico que le dijo que sentía ataques de pánico y que la próxima vez respirara en una bolsa de papel. "Me fui a casa sintiéndome un poco tonta", explica.

Tras tener a su tercer hijo por cesárea, a los ocho días, empezó a sentirse enferma con dolores en la mandíbula, mal aliento y dolores en el pecho. Con 34 años, sin fumar, beber muy de vez en cuando y haciendo ejercicio regular no podía pensar en un ataque al corazón y siguió con su vida diaria. Al día siguiente, en una revisión rutinaria con su médico, le contó los síntomas. Su médico le tomó la tensión y le hizo una prueba de saturación de oxígeno. Le dijo que tenía ataques de pánico. "Me hizo sentir que le hacía perder el tiempo", explica.

Unas semanas más tarde, comenzaron los mismos síntomas. Con una madre enfermera jubilada, le explicó lo sucedido y ella le pidió que fuera a urgencias. Tras hacerle radiografías y análisis de sangre y la ingresaron. Los síntomas comenzaron de nuevo y la monitorizaron. Estaba teniendo un ataque cardíaco masivo. La sometieron a una operación a corazón abierto. Al llevarla al quirófano, una arteria coronaria se rompió y tuvo otro ataque al corazón. Tuvieron que conectarla directamente a la máquina de bypass. Tras la operación, los médicos no sabían si sobreviviría. Su familia incluso llamó a un sacerdote. Finalmente, salió adelante, pero una semana después de la cirugía Bronnach tuvo otro ataque.

Le diagnosticaron insuficiencia cardíaca. Nunca se pondría mejor. Su corazón no se detendrá, pero se hará más y más débil. No es algo genético, no es producto del estilo de vida. "Básicamente, en un giro del destino, mi corazón está dañado", explica. "No lo entendí al principio, pero me di cuenta de la gravedad de la situación cuando miré alrededor en la sala de cardiología y todo el mundo era gente mayor".

Después, tuvo que hacer frente a una sentencia de muerte: le quedaban cinco años de vida, según los médicos. "Sentí que nunca podría hacer planes”, explica. “Me sentía como una sentencia de por vida".

Debido a su debilidad, no podía ni sostener a Eoin, su recién nacido, ni abrir los frascos de comida de bebés. Incluso dormía más que el pequeño. En los cinco años que han pasado desde entonces, Bronnach se ha adaptado lo mejor que ha podido a su nueva condición. A veces está tan débil que no puede caminar y muchas veces tiene que dormir por las tardes.

Tiene la incapacidad médica para trabajar y su marido, Andrew, ha creado un negocio en casa para poder cuidarla. “Me siento fatal porque también haya perdido su independencia. No puede ir a ninguna parte porque tendría que conseguir que alguien cuidara de mí. Ha tenido un enorme impacto en toda la familia. También me preocupo por la carga que voy a ser para ellos cuando me ponga peor. Y no es si me pondré peor. Es cuándo”.

La situación le llevó a ver un psiquiatra cardíaco: “Pensé que me quedaba un año y luché emocionalmente, ya que parecía una cuenta atrás hasta el final de mi vida. Ese tratamiento me ha ayudado a pensar más racionalmente”, observa.

Ahora, una vez que han transcurrido los cinco años y “me he enfrentado con mi propia mortalidad, aprecio las cosas más pequeñas. Cuando oigo a la gente quejarse de cosas pequeñas, doy la vuelta a los ojos y pienso: ‘No tienes idea’”.

Bronnach quiere advertir de que “la gente no espera que las mujeres jóvenes y en forma tengan ataques cardíacos. Si alguna vez sientes que algo no está bien, por favor ve al médico”.