A través de la red social ‘Tumblr’, Raquel compartió su historia cuando, para sacarse un dinero extra, cuidaba a una niña pequeña. Con el paso del tiempo, la niña y Raquel tenían una muy buena relación y se convirtió en costumbre que cada vez que la niña hacía un dibujo ella lo alabase como si fuese un comentarista de los Juegos Olímpicos, diciendo cosas como “¡Que nivel de colorear! Hacía mucho tiempo que no veía tal perfección con las ceras. Porque sí, señores, ¡ha corrido un verdadero riesgo pintando un cuadro entero de rosa! No había visto algo así desde el invierno de 1932”. Este tipo de comentarios hacían que la pequeña se riese, pero al cabo un rato, siempre le preguntaba que si le había gustado de verdad y Raquel siempre decía que le gustaba el dibujo.
En el relato, la que fuera canguro, cuenta que once años después aquella niña le envió una carta para contarle que había sido admitida en tres escuelas de arte. Como añadido, le envió un retrato a Raquel, entero pintado de rosa, con un mensaje que rezaba “Gracias a quien vio lo mejor de mí”.