Cuando Tina Frost llegó al hospital, los médicos comprobaron que una de las miles de balas que habían volado por los aires durante el tiroteo de Las Vegas estaba alojada en la cabeza de la joven. Había que actuar con rapidez pero todos los médicos sabían que el desenlace sería dramático, según recoge Infobae.
Al entrar en quirófano, sus heridas eran tan graves que los cirujanos tuvieron que sacarle su ojo derecho donde se había alojado la bala para poder salvarle la vida. Era la única opción que tenían. También tuvieron que sustraerle un pedazo de su hueso frontal para que el cerebro de Tina pudiera expandirse. Tras la operación, la joven permaneció en coma y con respirador mecánico.
Después de la intervención, los médicos no eran optimistas. Los signos de mejoras no eran contundentes y no podían garantizar el estado en que se encontraría en caso de poder salir del coma.
De pronto, la joven inició un proceso de recuperación inédito para la gravedad que revestía en un tiempo récord. Lentamente comenzó a respirar por sus propios medios, la retina de su ojo izquierdo presentó buena dilatación, sus riñones e hígado entraron en funcionamiento, movía las piernas, los pies y los dedos cuando se lo pedían las enfermeras y todo esto en tan sólo unos días.
Finalmente, el pasado viernes, Tina despertó y caminó. Seis pasos en total que provocaron la emoción no solo de las enfermeras, sino también de médicos y familiares que veían asombrados lo que ocurría con la deportista.
"Fue milagroso. Simplemente no sabes hasta dónde puede llegar alguien", ha indicado Keith Blum, el neurocirujano que operó a Tina. Ahora la familia de la joven está pensando en trasladarla a otro hospital donde concluya su recuperación.