Javier Gutiérrez y Hovik Keuchkerian, inquisidores en Assassin's Creed: "Antes mataban por religión, ahora por dinero"

EUROPA PRESS 16/11/2016 14:58

En la cinta que dirige Justin Kurzel, los actores españoles dan vida a dos de los miembros más notables y feroces de la Santa Inquisición. Fuerzas vivas de la organización a la que enfrentará Aguilar de Nehar, el personaje que interpreta Michael Fassbender, que también da vida a Callum Lynch, su descendiente que, 500 años después, revivirá la lucha de su antepasado en una cinta cargada de aventuras, acción y también de historia, "de nuestra historia", tal y como subrayan Gutiérrez y Keuchkerian en una entrevista con Europa Press.

Y aunque reconocen que no son muy amantes de los videojuegos y que cuando aceptaron el proyecto no sabían exactamente que gran parte de la película se ambientaría en la España de la Inquisición, admiten que "uno no se puede negar a participar en una película así".

"El hecho de que me llamasen para trabajar con el director, Justin Kurzel, del que ya había visto Macbeth, y con actores de primera línea, era para decir que sí con los ojos cerrados, y además me propusieron hacer de Torquemada... uno no podía negarse", afirma Gutiérrez, que revela cómo intentó desprenderse de "todo lo que sabía de Torquemada" y tratar "como un ser humano a alguién que realmente está enfermo de religión" para dar vida a su personaje.

"Se cometían auténticas atrocidades en nombre de la religión en aquella época. En el auto de fe se quemaban cientos de herejes en una plaza pública y eso era un espectáculo para el pueblo", apunta el actor, que recuerda que hoy en día se siguen perpetrando barbaridades en presunta defensa de creencias religiosas. "Ahí tenemos la guerra de Siria por ejemplo", apostilla Gutiérrez, que en su encarnación de Torquemada ha intentado no juzgar a la oscura figura histórica, sino "entender al hombre" que había detrás.

Y al igual que Torquemada, su subordinado en el aparato inquisitorial y brazo ejecutor, Ojeda, encarnado por Hovik Keuchkerian, "nunca cree que esté haciendo el mal". "Es cierto que es un malo malísimo, pero no para él. Para Ojeda ellos nunca están cometiendo el mal, la gente que no está con ellos está ciega. Él tiene una conexión con Dios, es Dios el que le manda quitar esa gente del medio", señala Keuchkerian, que asegura que, después de 500 años, el panorama "no ha cambiado tanto".

"Lo que ha cambiado es que ahora matan peña en Siria y lo sabemos. Pero los hijos de puta siguen siendo los mismos hijos de puta, y peores, y los que mueren siguen siendo los mismos y mueren igual... pero ahora te enteras", sentencia.

"Antes se mataba por religión y ahora por dinero, por la pasta. Antes se hacía en nombre de Dios y ahora en nombre del dólar", dicen al unísono los dos actores españoles, que viajaron hasta Sevilla, uno de las ciudades en las que se ambienta la trama medieval de Assassin's Creed al ser uno de los centros neurálgicos de la implacable maquinaria de la Santa Inquisición.

LA SEVILLA INQUISIDORA

Tras el encuentro con Javier Gutiérrez y Hovik Keuchkerian, un grupo reducido de medios recorrió de la mano de la escritora y periodista Eva Díaz algunos de los lugares reales de la Sevilla de la Inquisición, escenarios que fueron recreados para la película en localizaciones de la isla de Malta y Almería.

Entre esos lugares clave destaca el Castillo de San Jorge, segunda sede de la Inquisición en Sevilla y uno de los vestigios que mejor se conservan de la poderosa maquinaria burocrática.

En la que fue durante los XV y XVI capital económica de imperio español por el monopolio del comercio con las Indias también se encuentran otros lugares como la Real Parroquia de Santa María Magdalena, primera sede del aparato inquisitorial o la plaza de San Francisco (sede ahora del Ayuntamiento) donde se celebraba el Auto de fe, el acto público mediante el cual se extirpaba la herejía condenando a los culpables y dando así ejemplo para el resto de fieles.

Un proceso que duraba todo un día y que, tras la lectura de las sentencias, finalizaba en el quemadero. "Era bastante tétrico, una procesión con velas y demás. Dejaban la ciudad varios días con un olor bastante desagradable después de quemar a los condenados. Y si el acusado o penitenciado había muerto durante la tortura se ajusticiaban sus huesos", relata Díaz, que como anécdota señala que el quemadero estaba ubicado en El Prado de San Sebastián, donde se celebró durante muchos años la Feria de Abril. "Los paisajes, por muy bonitos que sean, no son inocentes", sentencia.