Guillermo y Catalina han roto con la rigidez del protocolo real británico. Se han batido en duelo sobre las tablas de un teatro, en su primer viaje oficial bailaron sin pudor danzas indígenas. Hasta para presentar al mundo a su bebé recién nacido rompieron el protocolo. La historia deja paso a la naturalidad y el bautizo del que un día podría ser rey será un acto íntimo con amigos y antiguos compañeros de piso entre los padrinos y un miércoles. Los duques de Cambridge no quieren que sean un bautizo real. Modelan a su gusto la futura monarquía.