El hombre fue asesinado por hombres armados en una moto en un suburbio de Manila. La mujer, con la cara llena de lágrimas, asegura que no traficaba con drogas y que solo era un conductor de taxi que estaba haciendo sus negocios diarios cuando fue asesinado frente a ella.
La escena, acotada con cinta policial, sobre la que los viandantes observan, mientras la mujer susurra su despedida en la oreja de su amado que yace en el suelo.
La Policía, afirma Daily Mirror, parece no tener interés en averiguar qué ha pasado. De hecho, los tiradores probablemente no serán detenidos ni harán frente a ningún procedimiento criminal. La verdad es que incluso podría ser un miembro de la misma policía el que lo mató o cualquier ciudadano dentro de la política de “libertad para ejecutar culpables” que ha establecido el nuevo presidente del país. Rodrigo Duterte ha pedido a la policía que mate a todos los traficantes y consumidores de drogas.
Como respuesta, se cree que la policía ha formado “escuadrones de la muerte” para ser juez, jurado y ejecutor, sin necesidad de juicio justo, en su guerra contra las drogas. Duterte ha dado inmunidad a los policías en este intento draconiano de evitar que el país se vea envuelto en una epidemia de drogas.