Canciones se decía entonces, "temas" se llaman ahora, de los tiempos del vinilo y el radiocasete; del poster del Ché o el Gernika.
Franco había muerto antes de nacer ellos. Y sin embargo, ahí están. Haciendo suya la música de aquella resistencia, el cancionero de la Transición, los hits de los puretas.
Pablo canta. Pablo recita aquello de “vientos del pueblo”. Otro clásico, Miguel Hernández, versionado por Los Lobos.
Folk castellano, canción protesta, sonidos indigenistas y libertarios de la américa latina como los de Mercedes Sosa, todo les vale. O nada, según se mire. Nada que no suene con el pedigrí (pelín rancio) de la historia.
Monedero y la coplilla del “Madrid que bien resiste” de cuando la guerra civil o Iglesias y “El cuervo ingénuo” de cuando La Mandrágora revelan que si en política se consideran la vanguardia lo que no les va -desde luego- son los últimos gritos.
Eso sí, han redescubierto el poder de lo coral, el valor movilizador de los himnos de siempre.