Samanta Villar nos presenta a jóvenes que viven al borde de la ley

cuatro.com 19/02/2014 00:57

Ramón, a punto de obtener la libertad condicional

Ramón o 'El Cristo' es un joven de 26 años que está a punto de obtener la libertad condicional. Fue condenado por tráfico de drogas, está en tercer grado penitenciario y le quedan siete meses de condena.

Lleva una pulsera magnética, un localizador "pita cuando estoy en casa y le da a la cárcel la señal de que estoy dentro", explica. El tercer grado le obliga a seguir un horario a rajatabla, de 11 de la noche a 7 de la mañana no puede salir de su domicilio.

Reconoce que ha tenido mucha suerte cuando robaba, "no me han pillado" y lo dejó para traficar porque "da más dinero". Y así fue como empezó a traficar con hachís a pequeña escala. Cuando le detuvieron, le pillaron con alrededor de 200 gramos de speed, una cantidad que él considera pequeña. "La cárcel es el cementerio de los vivos", ha afirmado, aunque tampoco lo ha pasado tan mal en prisión, su hermano también estaba preso y le ayudó desde el principio.

Iván, el experto en fugas

Samanta Villar también se ha encontrado con Iván, conocido como 'El Campana', en el barrio 'Las Mil Viviendas'. Tiene 30 años, hace un año y medio salió de la cárcel, está divorciado, vive en casa de su madre y padece una enfermedad en el riñón que le aflige desde los 18. Acude a diálisis día sí y día no, y afirma que la marihuana le ayuda a superar su condición: "Es mi hobby, me relaja y me hace reír".

Iván ha traficado con cocaína, marihuana, polen, bellota... y lo único que le queda por hacer dentro del mundo de las drogas o los robos, es "atracar bancos", ha afirmado.

En el mundo en el que vive, asegura que "no hay chivatos", a pesar de que ha estado presionado por la policía muchas veces. "A los chivatos les cortan la lengua, les cortan las manos, les matan... Aquí no hay chivatos", ha concluido.

José y Mauri, vendedores de pipas

Venden pipas en la puerta del estadio del Hércules C.F. y pueden llegar a ganar entre 30 y 40 euros. El dinero que consiguen lo reparten. Este negocio les proporciona muchos problemas con la policía, hace tres meses les multaron con 600 euros. Piensan que la policía podría hacer la vista gorda, "esperamos a que se vayan y nos ponemos otra vez".

Mauri tiene 35 años, lleva tres años sin trabajo y se busca la vida en la calle, "mi madre me da dos euricos por la mañana y dos por tarde", así pasa el día a día. José trabajó en la construcción y por una alergia al cemento recibe una pensión. Ha estado enganchado a la heroína desde los 14 años, "mucha fatiga, tienes que levantarte y robar y hacer cosas para la droga", ha asegurado. Ahora, está en tratamiento de metadona.