Samanta Villar nos muestra lo que nunca vemos de la Guardia Civil

cuatro.com 27/01/2014 12:48

Zonas de violencia

Además de las pruebas físicas, los agentes de la Guardia Civil se someten a un severo test psicotécnico antes de su ingreso en el Cuerpo, una prueba que evalúa, sobre todo, sus reacciones en situaciones de gran presión.

El cuartel de San Antonio en Ibiza se encuentra en una de las zonas con más disturbios del país. Los 130 agentes que prestan servicio en este destino se enfrentan de forma habitual y diaria a situaciones de robos, violencia de género, agresiones sexuales o asaltos a viviendas. Las cámaras de 'Conexión Samanta' recogerán en primera persona las condiciones a las que se enfrentan. En un verano se pueden registrar hasta 10.000 casos altamente problemáticos en una Comandancia como la de San Antonio.

El entrenamiento de un agente en una zona conflictiva es intenso, nos cuenta Tomás Calzado, y en bastantes ocasiones, nos dice, no hay más remedio que enfrentar la violencia con más violencia. Individuos afectados por drogas o alcohol no atienden a razones. “Dos personas grandes, que se están peleando, basta que se giren por detrás y te peguen a ti, entonces hay que usar la porra”, “ellos están en un nivel de agresividad y tú tienes que estar un poco por encima de ellos. Tienes que aplicar la fuerza”.

La percepción de los ciudadanos de una Guardia Civil implacable y agresiva es difícil de combatir, por eso cuando un agente pretende simplemente devolver las llaves de un coche o proteger de algún modo al individuo, se desconfía de sus buenas intenciones.

Preguntados además acerca de sus derechos de sindicación, los compañeros de Tomás cuentan a Samanta que no los tienen. Los agentes de la Guardia Civil no pueden formar sindicatos ni ir a la huelga, el cuerpo adolece de cierta inmovilidad y falta de crítica interna "el régimen militar lo tiene así establecido y no hay derecho a réplica", nos cuentan. Se sienten respaldados, sin embargo, por las Asociaciones. "Antes te ponías a trabajar un día a las 8 de la mañana, y te podías tirar trabajando 24 horas", nos dice Tomás. Aunque como explican, "la batalla siempre ha sido saber diferenciar el aspecto militar y el aspecto policial".

Montando un dispositivo especial antidroga

El Poblado de Valdemingómez, o Cañada Real, es uno de los asentamientos más peligrosos de Madrid, donde es habitual el tráfico y consumo de estupefacientes. Acompañaremos a Alberto, un Guardia Civil destinado en esta zona, al montaje de un dispositivo especial de control antidroga, desde la instalación de puntos clave de inspección de entrada y salida de vehículos hasta el recorrido del poblado en coche oficial. Alberto contará a Samanta las dificultades con las que se encuentran habitualmente en estos casos. Probar el tráfico organizado es muy difícil y la colaboración de los implicados se hace únicamente cuando hay interés de alejar a la Guardia Civil.

Alberto separa su vida personal de la laboral. En lo personal tiene a su familia, amigos, su grupo de rock, pero trabajando deja sus emociones a un lado para no implicarse demasiado en las historias que vive. “Ves por ejemplo que en accidente ha muerto un niño pequeño, o cosas jorobadas. Esos sentimiento y emociones cuando estás ‘currando’, si las sacas, psicológicamente no aguantarías”.

Guardia Civil al rescate

Samanta se implica en la vivencia personal de los grupos de rescate de la Guardia Civil. Miembros del GREIM (Grupos de Rescate e Intervención en Montaña), del GEAS (Grupo especial de Actividades Subacuáticas) e incluso entrenadores de Unidades Caninas de la Guardia Civil le mostrarán el duro entrenamiento, en ocasiones incluso angustioso, al que deben someterse. Tienen pruebas de capacitación cada tres meses, servicios en alerta de 24 horas, un sueldo que en ocasiones ronda los 1.000€ al mes, pero la recompensa es siempre el profundo agradecimiento por el rescate.

El riesgo que asumen va en ciertos casos más allá de lo previsto, localizando explosivos, requisando cargamentos de droga o, como nos cuenta José, un miembro del GEAS que estuvo destinado en Cartagena durante la explosión de un coche-bomba en la Casa Cuartel en 1990, viviendo en primera persona un atentado de ETA. Su novia Mamen vivía en el Cuartel y nos relata el miedo que se sufre: el momento del estallido “fue uno de los peores momentos de mi vida, mucha gente llorando, mucho miedo, y mucha gente que no quería volver a su casa"

Desde que ETA no está operativa las medidas de seguridad no han cambiado demasiado, los cuarteles de la Guardia Civil siempre están alerta. Sin posibilidad de Sindicarse o hacer huelga, los agentes de la Benemérita declaran estar siempre dispuestos para nuestra protección, pero ¿serán capaces de acabar con la rígida imagen militar o sancionadora que viven y tienen frente al ciudadano? Quizá viviendo su día a día de primera mano con Samanta Villar podamos entender su actitud y su trabajo.