En Ceuta, junto a la frontera con Marruecos ha crecido sin control este enjambre de viviendas: la barriada de Príncipe Alfonso. Las calles no tienen nombre y los policías no son bienvenidos en una ciudad donde el hachís es quien manda.
“No hay trabajo, no hay nada”, asegura uno de sus vecinos. En Príncipe Alfonso se vende hachís y se trafica con tranquilizantes. Cualquier trapicheo es válido para salir adelante. “Se traficante es lo mejor” confirman algunos.
Las fuerzas oficiales de seguridad patrullan a diario esta barriada. “No atacan y nos reciben a pedradas”, alega uno de ellos. “Una pedrada de esas te puede romper el cuello”, confirma otro, Saben que es peligroso, pero es su trabajo y alguien lo tiene que hacer.
Se profesa la religión musulmana y sólo hay una iglesia cristiana. A pocos metros se encuentra un polígono y cada día miles de personas cruzan la frontera que nos separa de África para hacer negocio cargando mercancías.
El Ayuntamiento tiene censadas a 12.000 personas pero los vecinos aseguran que viven hasta 15.000. De hecho sólo tres vecinos tienen las escrituras de sus casas. Llevan toda la vida sin semáforos y algunas de las viviendas son de chapa.
Un reportaje de Sandra Gonzalo