Así viven algunas de las personas más golpeadas por la crisis, los mendigos

cuatro.com 05/10/2013 00:40

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Diana era profesora en Argentina y realizó estudios de geriatría. Vino a España para estar junto a su familia. Desde hace 10 meses vive con sus tres de sus hijos en una chabola, dos de los cuales han desarrollado trastornos mentales por vivir en estas condiciones: Uno de ellos ha desarrollado Síndrome de Diógenes. El otro es esquizofrénico y ha llegado a amputarse los genitales. “No me educaron para estar pidiendo. Sólo nos queda rogar a Dios, que no se si existe”, sentencia la sintecho.

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José María acude cada día a la milla de oro de Madrid a pedir limosna. Hace un año trabajaba como camarero. Desde hace 8 meses vive en la calle. “Para la gente eres invisible y no se dan cuenta de que esta situación llama a tu puerta y no pide permiso para entrar, le puede pasar a cualquiera”, nos cuenta.

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Cerca de 8000 personas sin hogar tienen titulación universitaria. Antonio ganaba 3000 euros como economista. Lleva 8 meses viviendo en un pasaje comercial de Huelva. Pasa su tiempo libre leyendo y analizando el PIB europeo “en algo se tiene que notar que soy economista”.

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A las puertas de una iglesia de Sevilla acude cada día una mujer embarazada y madre de 4 hijos más a pedir limosna: “Te miran como si fueras un bicho raro, yo lo único que quiero es volver a tener trabajo, no estoy aquí por gusto”.

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Tenían trabajo pero la crisis los ha dejado en la calle. “Esto a mí me lo cuentan y me habría reído del que me lo hubieran dicho”, comenta un antiguo empresario de la construcción que ahora vive de la mendicidad en la calle Preciados de Madrid. Vino con dinero a la capital pero se le acabó al no encontrar trabajo. Sobrevive día a día con su tristeza y sus sueños rotos.

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Diego vive en una casa okupa en Sevilla con su hijo. Lo que gana en la calle es para los dos: “Sería capaz de cualquier cosa antes de verle pedir limosna”, explica este padre coraje. El muchacho le abraza y sonríe ante la adversidad: “Lo bueno de la crisis es que nos ha unido”.

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Javier Sierra Oliva publicó un libro de poemas en otra vida. Ahora duerme bajo los soportales de la Plaza Mayor de Madrid. El asfalto y los golpes le han agriado el carácter, pero conserva su talento para el verso: “aunque él tienen nombre, ya todos le llaman mendigo, aunque tu, él y yo y tú seamos el mismo”, nos recita.

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“Yo no considero que esto sea un trabajo, es una humillación”, asegura Juan Carlos, que mendiga a las puertas de un supermercado en Cádiz. “Es que si no tenemos trabajo tendremos que pedir… Siempre hemos trabajado, como albañil, camarera y mira ahora.” añade su mujer, Aurora.

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También piden juntos Manuel y Esperanza. La pensión sólo les llega para comer en el bar de en frente y viven entre cartones. “A veces queremos hacer el amor y no podemos porque pasa gente”, se queja él.

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