Un mundo increiblemente remoto (1 de 3)

cuatro 29/10/2009 12:24

Hola amigos, en primer lugar quiero deciros que hemos conseguido atravesar el duro y dificilísimo collado del Kam-La de 5.400 metros…

Chiring consiguió los yaks “in extremis” y después de tres días nos pusimos en marcha collado arriba. Después de ver las dificultades del collado completamente helado y con un gran espesor de nieve como podéis ver en las fotos, comprendimos por qué era imposible cruzarlo con caballos o mulas. La altura de 5.400 metros y la abundancia de nieve junto con el peligroso hielo nos pusieron las cosas muy difíciles. La ascensión fue agotadora, y parecía no tener fin, pero lo peor es que no nos abandonó el fortísimo viento durante todo el ascenso. Nos quedábamos literalmente congelados. Las rampas eran muy duras y había que hacer zetas. El aire escasea en estas alturas, dificultando aún más la marcha. Nos preguntábamos cómo pasarían los yaks el collado…

Alcanzamos la cima de este collado de 5.400 metros, desde donde podemos ver toda la grandeza del alto Dolpo y el Tíbet. La vista alcanza más de 200 kilómetros de distancia y el aire es extraordinariamente limpio. Sólo distinguimos tres colores: ocre, blanco y azul, o lo que es lo mismo tierra, nieve y cielo. Es muy difícil expresar en palabras la magnitud del paisaje: sobrecoge. Y aún más si pensamos en lo lejos que estamos de nuestro mundo, o de la próxima ciudad de Nepal, a unos 15 días caminando, desde este punto en el que cualquier problema se agrava debido al tremendo aislamiento. Al fondo vemos perfectamente y casi tocamos con la mano la frontera de Tíbet con sus altos pasos de montaña, atravesados por conductores de caravanas en busca de la preciada sal para comerciar con las tierras del sur de Nepal. Hacen un largo viaje de 300 kilómetros en el interior de Tíbet hasta un lago donde extraen la sal, después regresan, y siguen viaje hasta la misma frontera de Nepal con India. En total, unos 1.000 kilómetros en 5 meses, cruzando innumerables pasos de montaña elevadísimos. Son unos súper hombres. Estas rutas sólo las hacen las gentes del alto Dolpo o los Kambas tibetanos y son famosos los conductores de caravanas de Saldang, la aldea mas aislada del alto Dolpo.

Seguimos en el alto del collado del Kang-La de 5.400 metros y al mirar a la otra vertiente nos quedamos pasmados al ver el fuerte desnivel cubierto de una gruesa capa de puro hielo. Se nos antoja imposible que puedan bajar los yaks por aquí y, de nuevo, cunde entre nosotros (Manu, Emilio, Phuntchok y yo) el desánimo. Esperamos más de una hora hasta que llegaron los agotados yaks y nuestro amigo el yakero los insta a descender, pero en cuanto los bóvidos se asoman al otro lado, retroceden como si vieran al mismo diablo. ¡Es una pendiente helada de 50º de desnivel! El toro del Himalaya, que no es tonto, dice que “nanay de la China”. Phuntchok les pincha con el bastón y les tira del rabo, y finalmente los ruidos ensordecedores de los gritos de todos los que estábamos allí obligan a las bestias a descender, o más bien a tirarse por el precipicio helado. No sé cómo consiguen sujetarse, pero a pesar de los resbalones que parece que los arrastrarán al fondo del abismo, y las frenadas en el último instante a sólo 20 centímetros del vacío, van poco a poco descendiendo, con la ayuda de los dos yakeros y los sherpas. Es todo un espectáculo ver esto. Si me lo cuentan, no me lo creo. Después nos esperan fuertes pendientes cargadas de nieve que atravesamos con los yaks. Nos hundimos hasta la cintura y el avance es penoso.