Dolor de cabeza constante en verano: cuándo preocuparse y qué puede haber detrás
Aprender a identificar los signos de alerta y tomar medidas preventivas durante el verano puede ayudar a reducir el riesgo de dolores de cabeza durante estos meses de calor
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Durante los meses más calurosos del año, muchas personas sufren molestias físicas que no suelen asociarse directamente con el clima. Uno de los síntomas más habituales, y al mismo tiempo, más infravalorados es el dolor de cabeza constante en verano. Este malestar no es una simple coincidencia, ya que puede estar relacionado con las condiciones ambientales, los hábitos de vida y ciertas reacciones fisiológicas del cuerpo ante el calor extremo.
La combinación de temperaturas elevadas, humedad alta, exposición prolongada al sol y deshidratación puede alterar el equilibrio interno del organismo, dando lugar a cefaleas persistentes que se intensifican si no se toman medidas preventivas. A esto se suman factores como el consumo de bebidas alcohólicas en terrazas, los cambios en los patrones de sueño, el estrés vacacional o incluso el uso abusivo del aire acondicionado.
Lo preocupante es que, a veces, estos dolores de cabeza pueden ser una señal temprana de algo más serio: un agotamiento por calor, una migraña desencadenada por la presión atmosférica o, en casos más extremos, un golpe de calor que requiere atención médica urgente.
El calor, la vasodilatación y los desencadenantes estivales
Las altas temperaturas que caracterizan al verano provocan la vasodilatación de los vasos sanguíneos. Éstos se dilatan para disipar el calor corporal. Este es un proceso natural que protege contra el golpe de calor, pero tiene un coste: puede desencadenar cefaleas tensionales o migrañas. A esto también se le suma la exposición prolongada al sol, la radiación intensa, la altísima humedad y los cambios bruscos de temperatura entre espacios climatizados y exteriores. Esta combinación de calor, luz, presión y humedad es el cóctel ideal para desencadenar malestar.
Cuando el dolor de cabeza se mantiene durante varias horas cada día, se intensifica con la exposición al calor o viene acompañado de síntomas como mareos, náuseas, visión borrosa o debilidad, es una señal de que el cuerpo puede estar entrando en un estado de agotamiento por calor o incluso insolación.
Deshidratación silenciosa y desequilibrio de electrolitos
Beber agua parece algo obvio, sin embargo, en verano muchas veces no es suficiente. Especialmente si se consumen bebidas diuréticas como son alcohol o café, que pueden potenciar la pérdida de líquidos en lugar de compensarla. La deshidratación, aunque leve, reduce el volumen sanguíneo, provocando que el cerebro se “contraiga” ligeramente, lo que genera dolor de cabeza.
Además, se pierde sodio y potasio al sudar, y ese desequilibrio electrolítico puede generar irritabilidad neuronal y cefalea. El agotamiento por calor, con síntomas como mareos, náuseas y sudor abundante, es reflejo de que el cuerpo no consigue compensar la pérdida de agua y sales. En este caso se recomienda beber al menos 2-3 litros de agua al día. En caso de sudar mucho, escoger bebidas con electrolitos y evitar alcohol, café o refrescos azucarados.
Migrañas estacionales y sensibilidad al clima
Las personas que son propensas a migrañas pueden sufrir más durante el verano. El calor extremo, los cambios de presión atmosférica, la humedad y la radiación intensa actúan como importantes desencadenantes. La presión baja, como la que anticipa tormentas, puede provocar constricción o expansión vascular en el cráneo, estimulando una crisis.
En estos casos, se recomienda llevar un registro en un diario o en una app el clima, la alimentación, niveles de estrés y síntomas para poder estar preparados, tomar tratamiento preventivo o sintomático al primer signo de migraña, y utilizar gafas de sol y sombrero para proteger de la luz intensa.
Insuficiencia de descanso y alteraciones en la rutina
El verano suele traer alteraciones en horarios y patrones de sueño. Descansar menos por salir a cenar o tomar algo, el calor nocturno o siestas desordenadas durante el día, puede hacer que se sea más propenso a sufrir cefaleas. Este desajuste en el sueño aumenta la inflamación cerebral y reduce el umbral del dolor.
Se recomienda que se intente mantener horarios regulares tanto para acostarse como levantarse, que las siestas no excedan los 10-15 minutos, y que se utilice ropa ligera y ventiladores para dormir mejor en ambientes cálidos.
Golpe de calor e insolación
Cuando el organismo pierde la capacidad de regular la temperatura, puede producir insolación o golpe de calor, cuyos síntomas incluyen cefaleas intensas, mareos, vómitos y confusión. Este es un cuadro médico que puede tener consecuencias graves si no se actúa con rapidez.
Si ocurre esto se debe trasladar a la persona a un lugar fresco, quitar la ropa y humedecer la piel. En caso de estar consciente, se debe ofrecer agua y llamar al 112 si pierde la consciencia. No se deben administrar bebidas de manera agresiva si hay riesgo de vómito, mejor poco a poco para asegurar que se va bebiendo.
Cefaleas secundarias
En verano pueden aparecer cuadros de alergias estacionales, rinitis o sinusitis que provocan cefalea frontal. También, el consumo de ciertos alimentos ricos en nitratos como los embutidos o quesos curados o con aditivos pueden desencadenarlas.
