Las grandes ciudades europeas llevan años restringiendo el tráfico por los altos niveles de contaminación. París, Londres, Roma o Berlín regulan el acceso de vehículos de distintas formas: según la matrícula, con pegatinas o con peajes. Luego están casos como Copenhague donde, gracias a la inversión en infrastructuras, ya hay más bicicletas que coches.