Fermín tiene un bar en Pamplona, se considera taurino y sus hijos han heredado su afición. Pero cree que, dentro de unos años, la opinión que tendrá la gente será “¿pero estaban locos nuestros abuelos? (…) Son cosas que irán cambiando con el tiempo”. Por su parte, Fran, un joven que estudia Biológicas, cuenta: “Me gustan los toros, pero sé que es difícil defenderlos (…) El animal sufre”. Esta última afirmación molesta mucho a Andrés, aficionado taurino.