Escrupuloso, tímido, amante de los perfumes y nada coqueto. Así se reconoce el presentador, que confiesa que testea con la lengua la cubertería de los restaurantes antes de comer, por si le provoca tericia. Tampoco le gusta tocar los pomos de las puertas de los baños públicos, y prefiere que el público de los programas no le vean hasta que no empiecen los mismos.