El Cholo Simeone tuvo que ver el partido del Atleti desde un palco del Wanda Metropolitano. 90 minutos que se le hicieron eternos y en los que no pudo parar de moverse: pedía calma, lamentaba los errores, intentaba comunicarse con el banquillo… En definitiva mucha tensión y nervios que se transformaron una explosión de alegría con el pitido final.