Sin gritos ni marcador y aplaudiendo al árbitro: jornadas de rugby para niños de la Federación de Madrid

Felipe Rodríguez
11/01/201812:18 h.Polideportivo de Orcasitas, 9:00 AM de un sábado cualquiera. Una riada de padres y madres con sus hijos empiezan a ocupar los pocos aparcamientos que quedan en el barrio cerca de los campos de rugby. Ya participan tantos niños que en cada jornada hay que habilitar más campos, ya sea en Hortaleza, la Universidad Complutense o Alcalá de Henares, para dar cabida a todos los equipos.
El campo nuevo de Orcasitas, de flamante césped artificial, contrasta con el campo viejo de ¿césped? natural que corona una vetusta grada que ha visto las más grandes batallas del rugby madrileño. Una serpiente multicolor de niños con las camisetas de sus clubes empieza a tomar los campos.

Aquí no hay distinciones. Todos, vengan de donde vengan, juegan en los mismos campos. Además no existe categoría femenina ni masculina, chicos y chicas juegan por igual en equipos donde el resultado cuenta pero no vale para ninguna clasificación. Todos juegan el mismo tiempo, no porque lo digan las reglas sino porque así lo quieren sus entrenadores.
Son las jornadas de linces, jabatos y pre-benjamines (niñas y niños de 4 a 10 años) de la Federación de Rugby de Madrid. Cada 15 días cientos de pequeños atletas, incluidos los que presentan alguna discapacidad física o intelectual, se juntan para divertirse jugando al rugby. Cuando hay descanso, en la mayoría de casos, varios clubes organizan torneos amistosos. No se tienen en cuenta los resultados aunque se intenta que los equipos del mismo nivel jueguen juntos para que los niños se diviertan más.
Mientras tanto, los padres disfrutan de la mañana charlando o tomando algo sentados en la terraza del polideportivo. No hay protestas, no hay malos modos y jamás nadie se dirige a los árbitros, a veces todas chicas, salvo para agradecerles su trabajo. El equipo vencedor hace pasillo al vencido al final del partido y viceversa. Es puro rugby, pura diversión.
“Lo mejor del rugby es ser padre de rugby”
Dicen los padres de estos deportistas que lo mejor del rugby es, precisamente, ser padre de rugby. Incluso así lo cuenta el ex internacional sub-20 Kike Castellanos, padre de Nacho, jugador sub-10 de CRC Pozuelo: “Soy entrenador, jugador veterano y ahora padre. Me encanta ir a los partidos con mi hijo Nacho porque cuando vamos en el coche es nuestro momento como padre e hijo aunque a veces le aburra con mi charla porque soy también su entrenador”.
Kike asegura que sus jugadores del equipo sub-10, a veces no saben si han ganado o han perdido, pero él siempre les dice que da lo mismo: lo importante es que se hayan divertido jugando y haciendo las cosas bien.

Cuando el rugby en categorías inferiores era una rareza casi todos los padres de los niños que lo practicaban eran exjugadores de rugby. Sin embargo, con el 'boom' que se ha producido en los últimos años, nos encontramos de todo. Santi Lorenzo, por ejemplo, era un futbolero de pro al que su hijo Julen le dijo que no quería jugar más al fútbol: “Un compañero de su clase le invitó a entrenar y ya no lo quiso dejar más. Ahora es sub-12 y como para su hermana Ani, él es su ídolo, ella también quiso que la apuntásemos”.
Ani es una de las jugadoras más guerreras de las jornadas. Juega con el equipo sub-8 de Sanse Scrum desde que tenía cinco años y es quizá la herencia vasca de su madre la que le da fuerzas para placar a niños tres años mayor que ella: “Ella misma se prepara desde siempre su mochila para ir al partido. Además, ahora va con más ilusión si cabe porque en su equipo -en esta categoría son de 6 jugadores- juega Silvia, que es su amiga del alma”.
Los padres noveles contrastan con los ‘pata negra’. En casa de Juanito, jugador sub-10 del Liceo Francés, su madre fue jugadora de Complutense Cisneros y su padre de INEF. Además, él es fanático de los Pumas (selección argentina) y algún día quiere ser internacional con el país de origen de su madre. “Solo piensa en rugby, se lo deja todo preparado la noche anterior siempre duerme bien y desayuna bien. Está loco por el rugby y quiere jugar para Argentina”.
No le falta calidad a Juanito para ser Puma algún día. Pero lo que más le caracteriza es su impulso por los valores del rugby. En estas jornadas, a veces, hay equipos invitados de fuera de Madrid y Juanito intercambia la camiseta con un jugador rival de Valladolid desde que tienen cuatro años. Además, ambos son de los mejores jugadores que se pueden ver a esta edad.

Alberto Ranz es el padre de Joaquín y Luna. “Buscaba un deporte diferente al fútbol porque no me gustaba el ambiente que había en el equipo de mis hijos”, dice. Ahora, sus hijos -niño y niña- juegan en el equipo sub-10 del Alcorcón y él es el tesorero del club: “Sin saber nada de rugby, fue enterarme de que había un equipo en mi ciudad, apuntar a mis hijos y enamorarme de este deporte”.
Lo normal es que si el hijo o la hija mayor juegan al rugby, los pequeños también lo hagan. Es el caso de los hijos de Julio Gutiérrez, que fue alumno del actual seleccionador nacional, Santiago Santos, que además es profesor de educación física. Aarón, su hijo mayor, juega en sub-8 del Rugby Alcalá, pero es que sus gemelas Emma y Nora juegan desde los tres años solo por estar con su hermano y ahora forman parte del equipo sub-6 del club complutense.
Historias de madrugones, carreras, lloros y heridas en la rodilla entre estos padres e hijos que disfrutan del deporte hay a montones. Cada uno viene de un sitio y tiene su propia historia, pero en lo que todos coinciden es en el gran ambiente que se crea en los campos y el respeto por árbitros y rivales. Al fin y al cabo como aseguran muchos de ellos: “sin árbitro, ni contrario no hay partido”.
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Felipe Rodriguez. Es entrenador nacional y exjugador de rugby. Ha sido, durante seis años, selecionador sub 16 de la Comunidad de Madrid además de director de las Escuelas del Club de Rugby Alcalá, actualmente entrena al club KREAB Alcobendas, en categoría sub-18.