El skate, la herramienta de Mora para luchar por la igualdad en Camboya: “Me preguntaban si era una chica o un chico”

Todo empezó cuando una amiga, voluntaria en Skateistan, le propuso acompañarla para patinar. Mora llegó a la escuela de la ONG en Phnom Penh y vio por primera vez en su vida un skate y una mini ramp. Conoció a los educadores y empezó a ser una de las habituales en la escuela.
La joven confiesa que la primera vez que se subió a la tabla le resultó muy difícil: “Estaba asustada, no podía hacerlo, pero poco a poco he ido cogiendo confianza y ahora cuando tengo miedo, el skate me hace más valiente”.
Sin embargo, Mora no lo tuvo fácil en un país como Camboya en el que la mujer debe obedecer y servir a su marido y en el que las violaciones de sus derechos quedan muchas veces impunes. “Cuando me veían con esta ropa, me preguntaban que a donde iba y cuando les decía que iba a hacer skate me preguntaban si era una chica o un chico”, confiesa Mora.

Pese a ello, la joven no se rindió y apuesta por luchar por la igualdad en su país: “Cuando haces skate te puedes caer y hacerte daño por eso piensan que solo los hombres pueden practicarlo. Yo quiero decirles que las niñas también podemos hacerlo, somos iguales. ¡También es bueno para las chicas!”.
Mora anima a las chicas a seguir sus pasos: “Qué me miren a mí y no se asusten Cuando haces algo por primera vez es complicado pero si sigues practicando puedes hacerlo”. Así es como ella ha pasado de ser una de esas jóvenes que van a Skateistan a aprender, a ser una de sus líderes en Phnom Penh.
Ahora es una de las encargadas de dar clases de arte y también de enseñar a hacer skate a los jóvenes camboyanos. Su sueño es construir una escuela de música con skatepark y unir así sus dos mayores pasiones: “Muchos vídeos de skate tiene música y me encanta la música así que eso sería perfecto para mí. Si hago música y vídeos de skate, podría enseñar al mundo nuestra cultura. Aunque el skate es de otro país, podría mostrarles lo que hacemos aquí”.

SKATEISTAN
Skateistan empezó en 2007 cuando el skater Oliver Percovich descubrió un sitio perfecto par patinar los fines de semana: la fuente Mekroyan en el centro de Kabul, Afganistán. Cada vez más y más chicos y chicas se congregaban allí para verlo patinar y practicar con él. Dos años después, en 2009, Petrovich creó una escuela de skate con el objetivo de usar el skate como herramienta para potenciar un país roto y educar a los niños a través de ese deporte.
Ocho años después, Skateistan cuenta con un total de cinco escuelas: Kabul, Mazar-e Sharif, Phnom Penh, Sihanoukville y Johannesburgo.