Por casualidad llegó a Newells Leo messi, un tardae que fue a ver a su hermano. Al verle jugar con una pelota el entrenador del equipo enseguida vio en aquel niño a la estrella que llegaría a ser. En aquel entonces el jugador tenía dos pasiones: la pelota y los alfajores. Estos dulces típicos argentinos los utilizaba el entrenador para sacar lo mejor del pequeño Leo. Por cada gol, un dulce.