Filippo Tortu, de 20 años, primer italiano en bajar de los 10 segundos en los 100 metros lisos

Pablo Hernández
03/07/201816:03 h.“Ha nacido para correr”, comentaba su padre después del gran logro a los medios italianos. La proeza no era pequeña. Filippo Tortu acababa de convertirse en el tercer hombre de raza caucásica en bajar de la barrera de los 10 segundos.
En el Meeting de Madrid a finales de junio, con 20 años y siete días de edad, paró el crono en 9.99 segundos para conquistar el récord de Italia de los 100 metros lisos, vigente desde 1979 en posesión de Pietro Mennea (10.01), leyenda de la velocidad transalpina y mundial, que ostentó durante 17 años el récord del mundo del 200 (19.72) hasta que llegara en 1996 un tal Michael Johnson y su magnífico 19.66.
El joven Filippo, cuya imberbe cara le delata, no es el prototipo del sprinter actual. Su musculatura no está a punto de reventar y es más bien alto y fibroso. No es cosa del azar, sino una de las claves del entrenamiento. Ahí es donde entra su padre Salvino, que se ocupa de la progresión de su hijo, a pesar de que su modelo de preparación haya levantado ampollas entre los entrenadores más clásicos que confían todo a la potencia. No se trata de levantar pesos extremos, sino de la técnica de carrera y los ejercicios bien ejecutados. Como ejemplo pone al francés Christophe Lemaitre, el primer blanco en tumbar el muro de los 10 segundos, al que equiparan con su vástago. El galo, con 20 años y 28 días, se situó en los 9.98 y, tan solo un año después, llegó a su techo con 9.92.
“Creo que es una buena comparación con Filippo. Pero ha empezado a desacelerar desde que a su entrenador se le metió en la cabeza hacerle crecer de peso, suponiendo que pueda bajar de los 9.90. Esos 7-8 kilos de músculo extra, en mi opinión, le han perjudicado en vez de darle más fuerza. No quiero repetir el mismo error”, comenta Salvino. La máxima es sencilla: esos kilos de más hay que moverlos… y cuesta. Lo cierto es que Lemaitre no ha vuelto a bajar desde 2011 de los 10 segundos. Por ello, nunca se encontrará a Filippo Tortu en un gimnasio con cargas superiores a los 80 kg. Su velocidad está en la agilidad y la ligereza de los movimientos. El sprinter sacó pecho después de su marca y reivindicó el trabajo de su padre. “El 9,99 es el resultado del coraje con el que mi entrenador está revolucionando la preparación de velocistas italianos”.
“Estaba programado, esperaba que Filippo derribara el muro de los 10 segundos en Madrid, pero estábamos decepcionados con lo que ocurrió en las eliminatorias. Nos miramos el uno al otro y supimos en qué estábamos fallando. Le dije: ‘Corre como un caballo sin pensar en los demás’. Se comió un kit-kat y escuchó algo de música italiana. Fue como remontar un partido que pierdes por 0-1 y marcar el 2-1 en el minuto 96”, rememoraba su padre. Pensiero stupendo (‘un pensamiento maravilloso’), de Patty Pravo, resonaba en su cabeza antes de lograr el hito.
Compaginar los roles de entrenador-pupilo con los de la familia no es fácil, pero el método es claro. “En casa, el atletismo es tabú”, confiesa Salvino. Como buenos juventinos, a pesar de residir en Milán, el calcio es una de sus pasiones. “El tema candente del verano será el mercado de fútbol. Nunca hablamos de atletismo, sino de todos los demás deportes, de los que estamos locamente enamorados”, prosigue. El baloncesto es otro de los favoritos y, cuando Filippo era pequeño, ya demostraba su eléctrica rapidez mientras botaba el balón antes de tirar a canasta.
La familia es un pilar básico para el joven Tortu, cuyo hermano mayor Giacomo es también un gran sprinter, ambos alentados por su padre. Su madre, que se cabrea si llaman ‘Pippo’ a su hijo, cuenta cómo su marido la desafió a una carrera de 100 metros (dándole 50 de ventaja) para saber si esta tenía madera de velocista antes incluso de salir juntos.
Una obsesión por la celeridad que se impregnó en el ADN del nuevo récordman italiano. Con solo 16 años, después de una gran marca personal de 10.72, empezó su gran secreto para llegar a donde está hoy. Colocó una pizarra donde debería haber estado el póster de algún ídolo como en cualquier habitación de un niño corriente. Escribió con tiza ese registro y un -73 al lado que demostraba su ambición. Junto con la mezcla de trabajo, una chocolatina y un pensamiento maravilloso ha conseguido hacer historia y solo él sabe si llegará a ser el primer blanco en bajar de los 9.90.