Horas antes del Botafogo-Flamengo, las inmediaciones del estadio se convirtieron en una auténtico batalla campal: tiros, carreras, confusión y mucho miedo. Unos disturbios que se saldaron con un muerto y siete heridos, entre ellos uno grave. Finalmente, la policía llegó, pudo parar la batalla campal y el derbi de Río de Janeiro se pudo jugar.