Los rocieros van llegando a la aldea después de uno de los viajes más tormentosos que han soportado en décadas. Y es que la lluvia ha anegado muchos de los caminos tradicionales donde las romerías transitan. Pero tanto esfuerzo merece la pena, y ya en El Rocío se pueden dedicar a divertirse, con bailes, cantes y platos típicos de la tierra.