Por primera vez, Kiko se da cuenta de que su situación económica no es tan dramática como él cree. El joven es voluntario en un comedor social donde muchas familias acuden a comer después de perderlo todo. La experiencia le resulta muy gratificante. "Me he sentido bien, me he sentido a gusto, que puedo hacer algo y no ser un vago y estar tirado siempre."