A diferencia de Andalucía, en Extremadura los campos de olivar son mucho más pequeños, pero no por ello dejan de ser objeto de los ladrones de aceituna. Es más, aquí las mafias del oro líquido golpean de lleno la economía de muchas familias de agricultores que han decidido organizarse para patrullar sus propios olivares y tratar de ahuyendar a los ladrones.