Hacia los once años, Félix Rodríguez de la Fuente fue ingresado en un internado. Desde allí, observaba el vuelo libre de los pájaros, un vuelo que él quería para sí mismo. En una de sus visitas a los páramos que a él tanto le gustaba visitar de su tierra, se encontró con una imagen que cambió todo: un halcón volando por encima de él y demostrando todo su poderío.